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La pura realidad


“El pasado no está muerto ni enterrado, ni siquiera es pasado”
William Faulkner

En el marco de nuestra militancia en GEN, todos los sábados participo de una asesoría jurídica en Parque Roca, en un complejo habitacional de emergencia, precario, con familias que siguen esperando que la realidad se les modifique alguna vez: siempre les tocó estar en el margen de de la historia. Estamos organizando una actividad para repudiar el Mundial 78 y queremos hacerla ahí, en el asentamiento, con torneos de fútbol, actividades recreativas, charlas y homenajes.

Es sábado, estoy conversando con dos hombres sobre sus problemas de vivienda en el asentamiento, las pésimas condiciones en la que viven ahí en Parque Roca, las faltas de respuestas. Pensamos juntos alguna estrategia de intervención. La charla es amena. Uno de los hombres, el más gordo, tiene alrededor de 50 años; el otro, más joven, un poco más de 30. La conversación se está agotando, se me ocurre hablarles de la jornada del Mundial, para ponerlos al tanto, para que el barrio lo sepa, para que sus pibes vengan a jugar a la pelota. No se cómo encarar el tema del mundial. Temo bajarle línea de repudio a un mundial exitoso futbolísticamente, qué pensarán, les habló de la pantalla que significó el mundial en 1978, de las cosas que pasaban alrededor, de las torturas, de las desapariciones, enmarco la jornada. Veo que sus caras son de absoluto entendimiento, me cortan el discurso. El hombre más grande se toca la barba y dice: “yo estuve preso en la dictadura, por delitos comunes, pero recuerdo muy bien cómo torturaban a los extremistas, los maltrataban y los llevaban hacía no se donde”. Me explica con absoluto conocimiento, y desde una manifiesta posición de repudio, las acciones del gobierno genocida. El otro hombre, o muchacho, escucha todo atentamente y de su cara se advierte que está nadando en aguas conocidas. “Yo tengo a mis dos viejos desaparecidos”, dispara. Cuenta que un abogado lo estafó haciéndole firmar dos pagares en blanco y que nunca vio un peso de la indemnización que le corresponde por las desapariciones de sus padres.

Es lunes, estoy en Casa Rosada con compañeros de GEN. Habla Cristina. Dice que no va a decir que la casa está en orden, ni feliz día de la bandera. La aplaudo fuerte. Recuerdo semana santa de 1987, agarrado a mi mamá en Plaza de Mayo. Felices Pascuas y mi mamá secándose la mejilla. Impunidad.

Es martes, estoy en la audiencia del juicio por la masacre de Fatima (21 años después de la casa impunemente ordenada). Es el alegato de la querella. Otra vez el relato del horror. Los ojos rojos, el cuerpo vació, la impotencia y el dolor. Me distraigo, quiero distraerme. Pienso en escribir este texto, pienso en el título, en el libro de Hugo Correa Luna que se llama así: La pura realidad. Pienso en Casa de Letras, donde soy alumno y Hugo es profesor. A los pocos minutos escucho la puerta de la sala, alguien entra. Es una mujer, es una compañera de Casa de Letras, se sienta al otro extremo. Nunca imaginé que pudiera interesarle el Juicio de Fatima.

Es miércoles. Se presenta la revista Generac10n. En la tapa está Estela Carlotto.

Me pregunto si es real esa división entre los derechos humanos del pasado y los del presente, división que hacemos a veces en nuestros trabajos y en nuestra militancia, y que sobre todo la hacen otros con distintas intenciones y diferentes intereses.

Me contesto que no es real esa división. La realidad me lo está diciendo. Es la pura realidad.

Riki

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