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Oral y Público


Otra vez en Página 12. Estoy contento. Vamos todos a los juicios, esa es la consigna.

Riki



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La muerte del último abuelo

Cuando se llora una muerte, se lloran varias. Se aprovecha. No es a propósito, o sí: es el ablande, el arrastre. El viejo murió en Israel donde se fue hace más de 25 años para nunca más volver. La muerte de mi abuelo materno es el final de una generación familiar que nos podía contar desde lo alto de la edad qué fue los que nos pasó. En castellano o en hebreo.

Primero se llevaron a mi papá, a mis dos tíos (hermanos de mi mamá) y al papá de mi hermana. Pocos años después mi abuelo paterno (que no conocí) no aguantó y se murió. En el año 1992, recién entrada en la tercera edad, mi abuela materna, Linda, murió también; era joven y se ponía el pañuelo blanco en la cabeza todos los jueves. Hace 7 años se fue mi abuelita, la mamá de mi papá, los ojos y la voz de mi papá. Con la muerte de mi abuelo Moisés, en Israel, murieron todos otra vez.

Yo estaba en las cataratas cuando eso pasó. Esa agua que cae es irrefutable: como la muerte, nadie la puede parar. Pero pensaba: no se trata de construir un dique para lo inevitable, se trata de reflexionar sobre el techo del tiempo, el límite del cuerpo (aunque no del alma). Y de recordar siempre la injusticia de aquellas otras muertes y desapariciones, que ahora, otra vez, caen como un elefante sobre nuestro cuerpo. La muerte del abuelo es lo más natural del mundo, pero su muerte nos clava en el corazón la injusta muerte de sus hijos, de nuestros padres y la pronta muerte de nuestras abuelas.

Moisés desde lo lejos, y desde su particular hermetismo, parecía no tener inlfuencia en mí vida diaria. Pero tan solo su voz, desde el teléfono, en la oreja de mi mamá, cada día, pintaba nuestra realidad de una sensación de compañía, de resistencia.

La ausencia de su cuerpo y de su voz nos marca el final de una etapa familiar. A él le tocaba. Pero su partida nos reafirma que allá lejos no había sido el turno de sus hijos y que sí o sí hoy es el turno de la justicia.

Pienso también que no es soledad lo que se siente, la soledad es otra cosa.

Riki

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Manu y Santino Dios

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