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Las misceláneas (I) de haber estado ahí, en los festejos del Bicentenario


Sábado 22 de mayo. 15.00 horas. 9 de Julio y Belgrano.
Unos treinta bailarines formaban un círculo compacto y celoso. Impactaba su vestuario vivaz y autóctono. Algunos colaboradores con una remera que decía "yo estuve ahí" le pedían a la gente que no se amontonase, que dejen lugar. Las familias caminaban ansiosas y expectantes alrededor de los camiones, carrozas y comparsas de las provincias de nuestro país que en un rato se perderían alegremente a lo largo de la avenida más ancha del mundo.

Después de que una madre se sacase fotos con sus dos nenes aferrando entre sus manos banderitas argentinas, me acerqué a uno de los bailarines. Era alto, y no se movía. Una maravilosa máscara de plumas, telas y colores le tapaba la cara. Desde atrás de las ranuras para los ojos pude percibir que tenía sus dos pupilas tan estiradas como la cola de un pavo real.

- ¿De dónde son, amigo?
- Catamarca.
- ¿Qué van a representar?
- Una ofrenda a la PachaMama.
- ¿Están nerviosos?
- Sí.
Parpadeó.
- Cuanta gente, ¿no?
- Muchísima.
Parpadeó de nuevo. Dos veces seguidas.

Era ensornecedor la mixtura de sonidos que tronaban a nuestro alrededor: tambores, equipos de audio, gritos, locutores, bombas de estruendo.

- Bueno, bienvenidos, che -le dije, y le di una palmada en el hombro.
- Muchas gracias -contestó, a los dos segundos, tieso. Y la cola del pavo, detrás de las ranuras, pareció distenderse.

Sábado 22 de mayo. 16.00 horas. 9 de Julio y Moreno.
Al rato, parados sobre un vértice del cordón de la vereda (mi hijo comodamente sentado sobre mis hombros, y agitando una bandera argentina que acabábamos de comprar a diez pesos), rodeados de cientos de personas que se apilaban contra las vallas de contención para poder ver aunque sea una mano, vestido o instrumento del desfile, vimos como venían desfilando unas diez personas que portaban enormes pancartas con los rostros de algunos jefes de Estado de nuestro país, entre ellos Raúl Alfonsín y nuestra presidenta.

- ¡Vamos Cristina! -gritó una mujer sin nombre más adelante.
- ¡Fuerza, presidenta! -me sumé yo, entusiasmado.
Las treinta personas que ocupaban el metro y medio de radio a mi alrededor, aplaudian, y vitoreaban con bravos y viva la patria (no sólo a Cristina: a todo lo que sucedía alrededor).
- ¡Vamos Cristina! -insistió la emocionada voz de la mujer, pegando saltitos en el lugar.
A medio metro un hombre triste negaba con un movimiento de cabeza. Estaba cruzado de brazos, y se mordía el labio, como los nenes cuando actuan para mostratr disconformidad o rechazo.
- ¡Vamos Cristina! -le grité en la nuca al hombre triste, que volvió a mover su cabeza de izquierda a derecha, aunque esta vez de manera más tibia.

Al fondo se veía el obelisco y las cientos de miles de personas desperdigadas como un hormiguero recién pateado. Todavía no sabíamos que la convocatoria crecería hasta niveles desproporcionados durante las próximas horas de los próximos días, ni que el dispositvo mediático ya estaba tomando la desición de transmitir en directo un acontecimiento que se perfilaba como histórico.

Sábado 22 de mayo. 23.00 horas. 9 de Julio, dentro de una marea de gente, entre Sarmiento y Perón.
- Che, ¿te diste cuenta que la enorme mayoría de la gente es clase media?
Wen le prestó atención a la gente que estaba a nuestro alrededor.
- Tenés razón.
- Buen dato ese, loco -aportó uno de mis hermanos.
Acababa de tocar el cubano Milanes y estabamos esperando el plato fuerte: Gilberto Gil. Queríamos que toque temas de Bob Marley, y que convierta en una fiesta ricotera la 9 de Julio.
- ¿Cuanta gente decís que hay?
- Del escenario dijeron un millón.

En ese mismo escenario, imponderable, propio de un show de los Rolling Stones, la producción emitía consignas y pensamientos de Jauretche, el Che Guevara y Evita, mientras sonaba la pegajosa cortina que había compuesto León Gieco para el Bicentenario (una palabra que en ese momento todavía no nos zurcaba el pecho como sí resuena ahora al escribirla).

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El clima social


Están en caida libre, gritan al cielo para que algún distraído los escuche y los acompañe. Aullan, como lobos solitarios. Tienen tanto odio que se desnudan en público. Eso los conduce a estar más solos aún, encerrados en sus despachos de gerentes periodísticos, donde antes decidían todo lo que se comunicaba en la Argentina.

Hay muchas voces que cada vez llegan mas lejos y no son las de ellos. No hubieran desesado nunca mostrar el culo sucio, pero la historia los embocó en vida. Y nosotros sólo tenemos que mirar, leer, escuchar y militar.

Luis Bruschtein en el Página 12 de hoy le contestó a Morales Solá sin haberlo escuchado. A mi juicio esta nota de Bruschtein toca en la tecla que mejor sonido hace.

Agregarle nomás que en esta fiesta popular, con millones de personas en las calles, no hubo ni un incidente, ni un lastimado, ni un delito de la maldita inseguridad, ni un palo policial. Esto es lo inédito en la Argentina. Es muy dificil registrar convocatorias tan pero tan masivas, largas, que terminan de madrugada, sin incidentes.

El incidente siempre es la nota de color de los diarios. Ni eso tuvieron esta vez. Hay que aceptar que una ciudad liberada por cuatro días, con poco orden, puede subsistir, sin autoridad. Centenares de vendedores ambulantes, cerveza a rolete, comida de todo tipo. La ley municipal, el codigo de convivencia, y las faltas ahí no tenían lugar. Fue un estadío excepcional para una situación excepcional. Pero algo nos dice. Entre otras cosas nos dice que en este país cuando un famoso periodista dice que teme por su vida, lo que nos está queriendo decir, en realidad, es que le tiene miedo a la verdad.

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Fiesta popular


El viernes, el sábado, el domingo, el lunes en la cancha, hoy. Fiesta popular, no hay otra forma de definirlo.

El sábado, La Nación sacó su
editorial del Bicentenario, recordando claramente quienes son y qué quieren: son milicos, oligarcas, terratenientes, asesinos y quieren impunidad para seguir expimiendo al Estado y al pueblo. Esa editorial da cuenta de una derrota que no pueden soportar. El sábado, además, la nota principal de política del diario decía que para el partido de Argetina y Canada, el gobierno había repartido miles de entradas entre los intendentes del conurbano para convertir el partido en un acto kirchnerista. Me reí entonces y me reí mucho estando en la cancha. La Nación está volcando, como su socio tocando el clarinete. Como una pelea de novios apasionados, saben que lo que dicen puede empeorar su situación, pero es tan grande la bronca, que lo dicen igual, con los costos que eso lleva. Me imagino los lectores de La Nación viendo el partido en la platea, buscando a los militantes K. La cancha estaba colmada y no había ni una bandera a favor del gobierno. Gente de todas las edades, de todas las clases sociales, mitad hombres y mitad mujeres, miles de niños. Del interior del país, extranjeros, de todo.

Lo que se vive en este bicententario puede reflejarse en la disputa por la ley de medios: es eso lo que se discute hoy, en este aniversario. Puede usarse de síntesis. Quién habla, en nombre de quién, por qué y para qué. Llegamos a tal punto que imaginamos que los grandes medios no iban a reflejar la fiesta en el Paseo del Bicentenario. Hubiera sido demasiado. La expresión más pura es la que se impone en la calle, y nadie la puede ocultar, porque es de a cientos de miles. Y muchos de ellos seguramente poco se preocupan por las internas del gobierno, el plantazo de Cristina, Papel Prensa y el papel de la televisión pública. Se enteraron qué algo había, sienten la fiesta como propia y por eso salieron a disfrutarlo. Quedó en evidencia que el Estado puede y tiene que ser la herramienta principal de transimisión de la cultura de su pueblo.

Ahora nos vamos de nuevo para el centro a seguir disfrutando del festejo más popular e igualitario que presenciamos en nuestras vidas.

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Pinchamos la misma papa


En el acto del Bicentenario el coro de la escuela Juan Bautista Alberdi cantó esta canción de Hugo Midón. Las pibas y los pibes con el guardapolvo blanco, mi hijo parado entre ellos, cantando como verdaderos artistas, me conmovieron una vez más. Es muy fuerte todo eso que se produce en ese lugar, en esos actos, cargado ahora por los 200 años. Una vez más, el orgullo de la escuela pública, eligiendo canciones que marcan el presente y apuntan para el futuro. Defender la escuela pública es el único camino posible para alcanzar una país definitivamente integrador e igualador.

Miramos la misma luna,
buscamos el mismo amor,
tenemos la misma risa,
sufrimos la misma tos.

Nos dan las mismas vacunas
por el mismo sarampión,
hablamos el mismo idioma
con la mismísima voz..

Estribillo
Yo no soy mejor que nadie
Y nadie es mejor que yo
por eso tengo los mismos derechos,
Que tenés vos.

Cantamos el mismo himno,
con el mismo corazón.
Tenemos las mismas leyes,
la misma Constitución.

Pisamos la misma tierra,
tenemos el mismo sol.
Pinchamos la misma papa,
con el mismo tenedor.

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Los antiguos pobladores


El Erke es un instrumento que se utilizaba para comunicarse a través de grandes distancias. El eco producido en las montañas se transmitía a lo largo de varios kilómetros. Se arma con una larga caña y un cuerno en el extremo por donde sale el sonido. Se requiere una gran presión de aire y un intenso apoyo del diafragma.

las naciones y pueblos originarios recorrieron enormes distancias para llegar a buenos aires.
esperaron doscientos años para llenarla de polvo por primera vez.
llegaron de a miles, desde diez provincias, danzando el aire.

cubiertos de huesos y lana patagónica, viboreando sikuris, charangos y bombos de piel animal
pisaron nuestro suelo hostil asfaltado
y nos dijeron tiempo es dinero en este suelo sos extranjero.

identidades misteriosas y ancestrales
con cuero en los pies y hueso y semillas al cuello,
la mano oscura apretando la caña
de la bandera Wiphala, emblema multicolor de raiz y la dignidad,
pasaron a nuestro lado, zanjando en silencio nuestra ignorancia.

el inmenso malón mestizo se abrió paso por la 9 de julio
silbando las palabras tierra y agua,
resistiendo quinientos años de genocidios, exclusión y desamparos,
tomaron la diagonal y de ahí a la plaza de las madres,
donde los esperaban, en absoluto silencio, respetuosas con la historia
y los más antiguos y leales feligreses de la madre tierra
que ahora estaban como en casa.

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Agenda de los Festejos por el Bicentenario

Somos cientos de miles los que creemos que hay unos cuantos motivos de peso para festejar los 200 años de nuestra patria. A muchos de esos cientos de miles el Bicentenarios nos agarra comprometidos hasta la médula con el proyecto de país que viene construyendo el oficialismo.

Con algunos compañeros decimos que van a pasar muchos años para que las generaciones que vienen detrás nuestro se encuentren con un escenario político, a nivel nacional y regional, tan esperanzador como el que nos toca vivir hoy a nosotros.

Ya no hablamos de sueños, sino de hechos y conquistas.


El paseo del Bicentenario es para Todos, como el Trabajo, la Salud, la Educación, las Jubilaciones y el Fútbol.

Acá está el cronograma de los imponentes y federales desfiles que se harán sobre la 9 de Julio, incluido el acto central del 25 de Mayo.

Y también -miren lo gigantesca que es la oferta-, la agenda de los 4 escenarios que funcionaran durante el fin de semana, lunes y martes, a pleno.





OCULTO






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Apuntes de la presentación de Fogonazos

“Para escribir hay que tener algo para decir”, me dijeron alguna vez. Y yo agrego: “también el deseo que te ponga en movimiento”. Ni una ni otra, se sabe, se compran en el chino. Vienen con nosotros de fábrica o van fermentando en el pecho a partir de nuestras experiencias de vida. En el caso de que no se presenten con la claridad de un día de sol hay que cavar un pozo e ir a buscarlas. En mi caso, mientras tanteaba con las manos las paredes de esa oscura caverna, me dediqué a empuñar y amaestrar el oficio de la escritura y sus convenciones. Así, después de cinco años, llegué a mi primer libro de ficción, Fogonazos.

Hace dos años vengo puliendo unos ocho relatos. Los chicos de Pánico el pánico, la editorial, a fines del 2009, eligieron cuatro. Los corregimos juntos. Faltando poco para entrar a la imprenta, en marzo del 2010, se sacrificó uno por problemas de espacio y presupuesto.

Mis cuentos tienen una fuerte carga emotiva ligada a lo social y los personajes que le dan vitalidad a las historias en general sufren una brutal estigmatización de gran parte de la sociedad por su condición de clase. El Mariano que escribe ficción se funde y complementa con el Mariano que se compromete con el proceso político que viene transitando la Argentina desde el año 2003. Son indisolubles.

***


Hundido sobre el viejo sillón de cuero negro individualicé los ojos de mi hijo en la penumbra del salón. Me sonrió, tímido y ¿orgulloso? Levanté la mano y lo saludé tamborileando los dedos. Una nueva sonrisa le ganó la cara y sus dos hileras de dientitos blancos resplandecieron como un haz de luz por debajo de una puerta.

Con esa única imagen y sensación en el estómago podría haberme ido a casa.

Arrancó Diego Vecino, joven escritor, sociólogo, metalero, hincha de Almagro y compañero, entre otras pinceladas. Tomo clases de literatura con él desde comienzos del 2009. Me gusta el criterio que tiene para interpretar o analizar un texto o autor, una canción, un gol, las curvas o psicología de una mujer, o la coyuntura política nacional. Generamos vínculo, red, y quise que me acompañe.

Acalorado, se presentó, y agradeció la invitación. “Es un honor”, dijo. Con el pelo revuelto, lentes y una remera roja chavista, desmenuzó, a lo largo de quince minutos, con oficio, sensibilidad y muy buena leche, la lente con la que observo y subjetivizo la realidad a través de Fogonazos. Yo no sabía dónde meterme. Buscaba refugio en las miradas alegres de mis viejos, hermanos, amigos y compañeros que habían copado el Club Matienzo. Groso, mono. Acá está su intervención completa.


Después tomó la palabra Leopoldo Brizuela. Escritor, traductor, docente, y compañero. Lo conocí en Casa de Letras, donde estudié narrativa. Durante sus clases quedaba impresionado por la pasión con la que este pequeño gran hombre se involucraba con la literatura.

Hacía algunos días atrás él había presentado su última novela, “Lisboa. Un melodrama”, en la feria del libro, y yo estuve ahí. Al rato, paseando por los marketineros puestos de las editoriales, seguía conmocionado por la profundidad con la que el tipo había disertado sobre su propia producción y la escritura en general.

Ahora, a mi derecha, volvía a hacerlo, pero en relación a mi primer libro. Por ejemplo: “la condición sine qua non para el éxito de cualquier autor es la convicción de que lo que dice debe ser dicho. Y en Fogonazos esa convicción está presente”. Otra: “la acción y el silencio son las herramientas narrativas en Fogonazos. Ese silencio, todo lo que elige no decirse, está connotado en la acción y pesa como una promesa de suspenso constante”. También: “los relatos de Fogonazos son trozos de realidad, de un continuo en donde no hay final verdadero; una historia dentro de una historia incesante”. Y: “Mariano utiliza un lenguaje en que cada palabra corresponde magníficamente a una cosa y un acto, con una precisión que creíamos perdida”. También habló de una atmósfera, a lo largo del libro, en relación a la dictadura –cuestión que detonaría en mi cabeza al otro día-. Tampoco sabía dónde meterme. Basta, Leo.

Cuando me tocó tomar la palabra, fui muy concreto. Conté que en el taller de Sandra Russo, una noche, en su casa, ella había dicho que nosotros, como autores, una vez que nos desprendemos de un texto propio para compartirlo con el lector, no podemos hacernos cargo de las ideas y sensaciones que ese texto pueda llegar a detonar en el otro. “Por eso”, le dije a todos, “todo esto que acaban de escuchar, corre por cuenta de ellos”, y señalé a Diego y a Leo, que estaban sentados uno de cada lado, sentados ambos sobre el apoya brazos del sillón. Risas. Aplausos. Fotos. Descompresión.

Juan Terranova, el otro narrador que Pánico el pánico presentaba esa noche (un diario de viaje: “Diario de Alcalá”), se acercó al sillón, se sentó, y con mucha humildad, y buen humor, la hizo corta: agradecimientos, y a otra cosa.

Para cerrar la presentación, subió al escenario el dúo Barroco: mi primo en el bajo y Facundo en la guitarra. Interpretaron, durante más de media hora, piezas de Bach. Un lujo. Mientras tanto, bajo la pálida luz colorada que salpicaba una lamparita, firmé ejemplares de mi libro. Una situación muy particular y absolutamente novedosa. A cada persona, una dedicatoria. Personal, auténtica. Por momentos excesivamente buscada. Después de cada entrega del ejemplar firmado, beso, abrazo y una enorme carga de cariño.

Para el cierre, cuando bajó la ansiedad y ya casi no quedaba familia, ni amigos ni conocidos, junto a mi primo y un par de amigos, acodados en una pequeña barra de madera, tomando un poco de vino, pude bajar un cambio. La tormenta emotiva de hacía un rato le dejaba lugar a la reflexión.

Publicar un libro es haber llegado a ese punto que nos trazamos en el horizonte alguna vez, y que ahora tocamos con la punta de los dedos, como el animal que vuelve a su cueva por instinto después de haberse perdido en la montaña. Creo que no hay retorno y que Fogonazos es un punto de partida.

Gracias a todas y a todos por acompañarme.

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Día de Fogonazos

Me desperté y en mi celular había un mail. Era Claudia. Escribía, a las 7 de la mañana, que a P la habían metido tres balazos y una cuchillada. P volvía a su casa, en Ciudad Evita, a la noche y la atacaron. Dicen, dice Claudia en su mail, que es por una pelea entre bandas del barrio. Se la agarraron con P porque había que dársela a alguien, había que mostrar. P es madre soltera, muy querida en el barrio. Trabaja con Claudia y se fue sonriente el martes a la noche del laburo.

Cristina habla en la Villa 31, recuerda y reivindica al Padre Mugica. “No alcanza con leer el evangelio, hay que generar una acción política, militante”. Le saco fotos con el celular y salen horribles. Su mirada se pierde en unas nenas que le gritan: “Cristina, Cristina”. Termina de hablar, de conquistarnos una vez más, y alza un bebe que alguien le pone en sus brazos. Cantamos todos la canción del Padre Mugica, que murió acribillado por balazos de la Triple A hace 36 años.

Viene a la oficina FV, estuvo preso en Devoto 5 meses por un asesinato que no cometió. El famoso crimen de Parque Chacabuco a fines de noviembre del año pasado, cuando mataron de un balazo a Sandra Brickman después de robarle un celular y algo de plata. FV fue a la cárcel por la presión de los medios y los miedos del Juez. Lo metieron porque era el primero que pasó por ahí. Lo largaron hace pocos días y está desolado, sin trabajo, sin un mango. La causa muestra desde un principio que FV nada tenía que ver con el caso. Los asesinos de Brickman siguen caminando el barrio sin problemas. Los medios del miedo ya no se ocupan del tema, estuvo una semana en las primeras páginas, y consiguieron un detenido, suficiente. Hay que seguir por otro lado. (Cualquiera puede ser víctima de la inseguridad judicial)


Zanetti se quedó afuera.

Stornelli también.

Me llama Claudia. Me da el nombre del Fiscal de la causa del caso P, me pide que averigüe. Averiguo. Es tibio, pero no cómplice. Hay que meterle presión. La llamo a Claudia para decirle esto pero Claudia está llorando, P está muy grave.

Llego a la presentación del libro de Mariano, Fogonazos. Brizuela y Vecino elogian el libro con discursos profundos, analíticos y conmovedores. Fogonazos es uno de los mejores primeros libros que leyeron en su vida, dicen los dos.

Fogonazos habla de la vida de unos para ser leída con la mirada de otros. La literatura como herramienta. El conflicto como expresión social. Y la justicia, banal.

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Fogonazos


Fogonazos, de Mariano Abrevaya Dios.
Este martes a las 20 en Matienzo y Cabildo.
En la presentación hablarán Leopoldo Brizuela, Diego Vecino y el autor.
Un gran momento para la historia de los hermanos Dios.

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El sábado 8 de mayo MPMP en el ECUNHI


Este sábado vamos a estar con poetas, narradores y músicos haciendo el capítulo 7 de Más Poesía y Menos Policía en el mismo lugar donde Cristina homenajeó a Hebe, un día despúes del juicio público a los periodistas complices de la dictadura.

En la columna de la izquierda y
acá pueden ver el afiche del evento, artistas invitados y dirección.

Estamos contentos.

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Esclavos



Ayer a la noche se presentó este libro en el Centro Cultural de la Cooperación. No era en la feria del libro y la sala rebalsó. El panel era muy rico y Alicia Pierini dijo algo muy interesante: lo que está escrito en ese libro, la experiencia de laburo en conjunto que se hizo para desnudar la cadena de producción de la indumentaria en Argentina que se sostiene con mano de obra esclava, se pudo hacer porque en cada una de las organizaciones públicas o sociales que impulsaron esto había militantes. Fue una coyuntura, un momento, de esos que quedan en el recuerdo, donde la política y la gestión van de la mano.

En el año 2005 se empezó a dar el fenómeno. La Alemeda, con Gustavo Vera a la cabeza, empezó a ser escuchado por la Defensoría del Pueblo de la Ciudad al mismo tiempo que en el Gobierno de la Ciudad asumía una conducción en el Ministerio de Producción con decisión de gestionar protegiendo a los trabajadores. Con el incendio de Luis Viale se iluminó el problema de los talleres clandestinos: en la ciudad de Buenos Aires había esclavos (y los sigue habiendo).

Se comprendió que esto era un problema de derechos humanos.

La Alameda, La Defensoría del Pueblo de la Ciudad y el mismo Gobierno de la Ciudad hicieron denuncias penales en conjunto o por separado. Se elaboró una doctrina jurídica para que los jueces asimilen este problema de esclavitud moderna.

Se denunciaron marcas reconocidas y de gran producción como Cheeky, Kosiuko, Puma, etc.

Y Ariel Lutier, además, se encargó de estudiar y analizar el sistema de producción en el cual se sostenía este tipo de trabajo esclavo. El sistema de producción de la industria de la indumentaria es causa y efecto de la esclavitud.

Todo eso esta en el libro. Escrito de forma muy transparente, deja plasmada claramente esa experiencia y, además, la aborda desde la teoría económica y explicando con una sencillez que entusiasma. Este libro tiene que ser material de formación para las organizaciones sociales y sindicales.

Y como dijo su autor, si el libro solamente produce en el lector indignación, el objetivo está cumplido.

En Argentina hay esclavos que son la mayoría hermanos de países limitrofes. Durante el gobierno de Néstor Kirchner se dictó una estupenda ley de migraciones que es ejemplo a nivel mundial (es la otra cara de lo que hace unos días se votó
en Arizona, EEUU). Y en estos últimos días Cristina acaba de firmar su reglamentación en otro ejemplo de gestión efectiva de promoción de derechos humanos.

Sin embargo, es necesario, tal cual lo refleja el libro Esclavos, que se meta mano en la matriz económica del problema, con controles, con sanciones, con promoción de organización, etc.

Del Gobierno de la Ciudad no vamos a esperar nada. Desde la asunción de Macri, todas las políticas sobre talleres clandestinos fueron desinfladas y se puso en evidencia su complicidad con las grandes marcas.

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Miradas al Sur: Sin Paz

Publicado por los Hermanos Dios en la sección Delitos y Pesquisas del diario Miradas al Sur, el último domingo 02 de mayo de 2010.


Sin Paz

El 19 de agosto de 2009, a las 15.30 horas, el frío que azotaba al barrio Fátima, de Villa Soldati, al sur de la Capital Federal, era amortiguado por un tibio sol. Claudio Paz, abrigado con una campera negra y una gorra roja y blanca, daba sus últimos pasos por la calle Riestra. Dos policías de la Comisaría 36 lo acribillaron a balazos. Al caer, desenfundó un arma y devolvió el ataque, hiriendo en la pierna a uno de los agentes. Sus asesinos siguen prestando servicios. Y van armados a todas las diligencias de la causa.

El informe médico detalla que Paz falleció en el hospital Piñero a las 16.00. En el expediente que se tramita en el Juzgado de Instrucción nº 31 las versiones son contradictorias: por un lado el relato construido a partir del testimonio de varios testigos y, por el otro, la versión policial.

El jueves pasado se realizó la reconstrucción, encabezada por la Jueza Susana Castañera y la Fiscal Viviana Fein. El registro estuvo a cargo de la Gendarmería.

Los abogados de la familia Paz, todos militantes sociales del barrio Fátima, aseguraron a Miradas al Sur que en la reconstrucción quedó en evidencia la debilidad de la versión policial y que el próximo paso debería ser procesar a los agentes. El relato de los policías, en sus declaraciones indagatorias (legítima defensa ante los disparos efectuados primero por Claudio Paz) no se condice con los testimonios que registra la causa. Hay testigos que afirman haber visto como los policías se acercaron a Claudio y, sin más, lo fusilaron; y que lo remataron en el suelo.

Natalia Belmont, una de las abogadas de la familia Paz, destacó la medida judicial de la reconstrucción del hecho: “es un instrumento judicial que tendría que ser más utilizado en este tipo de causas porque permite observar la factibilidad de las versiones. Un elemento de prueba fundamental. Los vecinos le agradecieron a la jueza que se acerque al barrio”.

Miradas al Sur conversó con dos testigos de los hechos que todavía no declararon judicialmente pero que lo harán en los próximos días. Ambos afirman que vieron a Claudio caminando solo (la versión policial insiste en que iba acompañado de dos personas más) segundos antes de los disparos. Uno de ellos vio como Claudio se ponía la capucha de su campera negra para protegerse del frío antes del ataque que sufrió.

Aquel día, un menor de edad que salía de su casa, recibió uno balazo policial en la cara, y el hermano de Claudio, Diego Paz, al enterarse que su hermano se desangraba sobre la calle, llegó corriendo al lugar. Pero fue detenido por otros policías de la Comisaría 36 (implicada en los casos Demonty y Masacre de Pompeya).

Diego le relató a Miradas al Sur: “Yo escuché los tiros pero no me imaginé que mi hermano estaba muriendo ahí. Me avisaron y bajé corriendo, desesperado, había bastante gente y muchos policías, quise acercarme a Claudio, se me abalanzaron, me golpearon y me tiraron al suelo. Pude ver a mi hermano temblando en el piso y vi que se pasaba la mano por su cabeza llena de sangre. Después me metieron adentro de un patrullero y me llevaron a pasear. Me decían: “vos sos un grata, un matarrati”. Yo les quería explicar que soy un trabajador, que tengo sueldo en blanco, que se estaban equivocando”.

Diego Paz trabaja como empleado de seguridad en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Ya contó muchas veces esta historia. Ni una sola vez perdió la calma ni varió el tono firme de su voz. Pero la bronca le inflama los ojos. “Me decían que uno de los suyos estaba herido y que yo la iba a pagar. Pararon el auto en un puente arriba del Riachuelo, me bajaron, me golpearon y me preguntaron si sabía nadar. Me volvieron a subir al patrullero y me amenazaban con dispararme y armar una causa. En un momento reciben por el handy una comunicación que indicaba que el policía herido estaba fuera de peligro. Y eso me salvó”. Pero los apremios no terminaron ahí. “Me metieron en un calabozo de la Comisaría 36 y alrededor de diez policías hicieron un circulo y me cagaron a patadas”. Su madre llegaba en ese momento a la Comisaría y escuchó sus gritos. En el expediente judicial está el registro fotográfico de la paliza: un ojo hinchado que no se abre, heridas cortantes y moretones en los brazos, las costillas y las piernas.

En el sumario iniciado en la Comisaría 36 se acusó a Diego de participar en el tiroteo con su hermano, y por ese motivo se encuentra imputado en la causa. Ni siquiera los policías que dispararon contra Claudio reconocieron en sus declaraciones judiciales que Diego estaba con su hermano al momento de los hechos. De los 14 testimonios que hay en el expediente, ninguno respalda la versión inicial de la Policía. Un escándalo.

Los dos policías involucrados en el homicidio de Claudio Paz continúan con servicio activo en la fuerza. En plena reconstrucción, ante un movimiento de uno de ellos, el brillo metálico, no de una sino de dos armas reglamentarias, a la altura de la cintura, quedaron a la vista de la jueza y todos los presentes. Y la magistrada le ordenó a los gritos que se deshaga de esas armas.

La defensa de los policías está en manos de un equipo de abogados de la misma Policía Federal.

El de Paz es uno de los veinte casos considerados de gravedad que la Defensoría del Pueblo de la Ciudad publicó en un Informe sobre hechos de violencia policial producidos por la Policía Federal entre 2008 y 2009. El informe advierte sobre el uso excesivo, desproporcionado e irracional de la fuerza en perjuicio, generalmente, de los sectores sociales más vulnerables. Y afirma que la necesidad de velar por los derechos humanos es ineludible en nuestra democracia y que es con los procedimientos y principios vigentes la única forma de resolver los problemas de seguridad. “De lo contrario, lo que se genera son más delitos y no una prevención y castigo de los mismos. En los casos en que se activa el accionar policial es imprescindible que se respeten los derechos que la Constitución les otorga a todos los habitantes: derecho a la vida, a la integridad física y el derecho de defensa”.

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Fogonazos


Sí. Se acerca la fecha. Hubo que esperar, como para casi todo, pero ya casi la tenemos.

Invitamos a nuestros familiares, amigos, blogueros y lectores que se acerquen al Club Cultural Matienzo, Matienzo 2424 (y Av. Cabildo al 300), Capital Federal, el martes 11 de mayo de 2010, a las 20.00 horas, para formar parte de la presentación de mi primer libro de ficción, "Fogonazos".

Los chicos de la editorial independiente "Pánico el panico", presentarán mi libro de cuentos, y después un diario de viaje de Juan Terranova. En el medio, toca "Dúo Barroco", dos músicos del carajo (guitarra y bajo) que interpretan piezas de Bach.

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Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios