Buscar dentro de HermanosDios

Frente al cajón


La idea me abrazó durante la madrugada del jueves. Yo estaba liquidado, desvanecido en la cama, prendido a la televisión. Empecé a buscar la alternativa justa, que contuviese las palabras exactas, que le rindiese homenaje a él y que le transmitiese cariño a ella. Pero en algún momento me perdí en el sueño pesado de una jornada espantosa. Diez horas después -había caído rendido como la noche de noviembre de 1976 que mi vieja me contó que a mi papá lo había asesinado el ejército-, abrí los ojos y volví a encender el aparato. No lo podía largar, como si fuese la más letal de las adicciones. Ahí estaba ella, la viuda de negro, con su familia, el gobierno nacional completo, las Madres y Abuelas, Diego Maradona, funcionarios de todos los ministerios, legisladores y gobernadores, los gremios, la Cultura, y en especial, los que andan a pie, que llegaban desde los barrios y el interior de nuestro país, manifestando su dolor. Con la habitación a oscuras, y en calzones, quedé imantado ante la imagen histórica, trascendental e inverosímil. Estaba roto, quebrado, con una pesadumbre en el pecho que me asfixiaba con la intensidad de las heridas más profundas de una vida. Alguna vez –en un asado, y con tono jocoso- habíamos insinuado qué pasaría si se nos iba. El futuro llegó. Con cada grito que se pegaba en el salón de los Patriotas Latinoamericanos, yo me rompía. A la tercera convulsión, me puse algo de ropa y fui para allá.


Caminando por los pasillos de la Casa Rosada seguía con dudas. Sabía, sí, que iba a plantarme y desterrar mi padecimiento, pero me faltaba la letra. El silencio del luto institucional del edificio me aceleró el corazón. Los pocos que hablaban lo hacían en voz muy baja. Faltaban, quizá, dos o tres minutos para estar delante del cajón, y la presidenta. Estaba con mi hermano, Juli -que es su pareja y compañera, y que lleva a Carmen dentro de su panza- y Gise, tres de las personas con quienes comparto los mismos espacios desde que volví a la más hermosa y comprometida militancia, a comienzos del 2007. Me iluminé en el momento justo, cuando ya estábamos perfilando para el salón, unos segundos antes que una chica de Presidencia nos dijese que no se podían sacar fotos. Ellos estuvieron de acuerdo. El grito de guerra venía de los homenajes que se le dedica desde hace muchos años a los treinta mil desaparecidos.

Hicimos diez pasos por un pasillo y ante nosotros se abrió una de las fotos más fuertes de nuestras vidas. El silencio era atroz y las figuras estacadas al suelo parecían ángeles negros. Antes de que me venciese el peso de la historia, pegué el primer grito -que si hubiese sido escupido en una iglesia habría hecho revolotear con desesperación a la bandada de palomas que descansaba en la cúpula-:

- ¡Compañero Néstor Kircher!
- ¡Presente! –sonó al apoyo de mis compañeros.
- ¡¡Compañero Néstor Kirchner!!
- ¡¡Presente!! –gritamos los cuatro y unos cuantos de los funcionarios.
Yo miraba pero no veía.
- ¡¡¡Compañero Néstor Kirchner!!!
- ¡¡¡Presente!!! –gritaron, ahora sí, casi todos los funcionarios y
demás personalidades, alzando las manos con los dedos en V.
- ¡¡¡¡Ahora!!!! –grité con todas mis fuerzas.
- ¡¡¡¡Y Siempre!!!! –estalló.
- ¡¡¡¡¡Ahora!!!!! –repetí.
- ¡¡¡¡¡Y Siempre!!!!!
- ¡¡¡¡¡¡Ahora!!!!!! –dejé salir todo lo que tenía adentro.
- ¡¡¡¡¡¡¡Y Siempre!!!!!!


Quebramos en llanto y a partir de ahí, por el lapso de ¿cinco, diez? segundos eternos, le gritamos a Cristina que tenga fuerza. Ella, sentada, se tocaba el corazón y con un gesto de la mano nos decía que sí, que nos vayamos tranquilos. Qué lloremos todo lo que haga falta. Le temblaban los pómulos de la cara y parte del cuerpo.

El aplauso cerrado que tronó dentro del salón de los Patriotas –por una y mil veces a lo largo de las más de veinticuatro horas que duró el velatorio-, se fue apagando, mientras nosotros salíamos fundidos en un abrazo, en dirección a la luz que llegaba de la Plaza.

En la explanada que nos dejaría en la calle, frenamos unos segundos para ponerle una palabra a lo que acababa de suceder. No la encontramos. Me prendí un cigarro y descansé la mirada en las cientos de coronas que inundaban uno de los frentes de la Casa de Gobierno. El más concreto símbolo de la muerte y el adiós –después del cajón y los lentes y trajes negros-, se hacía carne. En el teléfono empezaron a caer llamadas. Muchas. Frente a la televisión, al parecer, había unos cuantos que, estacados a la imagen, no podían hacer otra cosa que mirar el transcurrir de uno de los sucesos más conmovedores que nos haya tocado vivir en todas nuestras vidas.

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Carta de los Hijos a Néstor


Somos hijos de desaparecidos y asesinados por la dictadura militar.

34 años después quedamos huerfanos de otro padre, el padre de todos, de todos los que quieren, creen y hacen algo para acceder en condiciones de igualdad a los derechos humanos.

La carta la pueden ver acá y acá también con algunas de las más de 100 firmas.

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Los padres y las madres


Por un rato pienso que la generación más golpeada es la de nuestros viejos. Nuestros padres y nuestras madres. Perdieron una guerra y sólo en formato de sueño, de deseo, podían imaginar una reivindicación gubernamental de sus luchas. Pensaban a fines de los 90 que debían pasar veinte o treinta años, por lo menos, para que se levantara un gobierno peronista y setentoso. Y ellos lo hubieran podido ver, con suerte, en un sillón de jubilados. Pero no, llegó mucho antes, fueron convocados, fueron funcionarios o militantes o acompañantes o simpatizantes, volvieron a vivir con acción, como a ellos les gusta vivir; en actos, transpirados, en viajes, en roscas, en movimiento. Y ahí, en esa ola que subía y bajaba, el líder murió antes que ellos y mucho antes que el proyecto. Otra vez sopa. Tenían la esperanza de, ahora sí, morir antes que sus hermanos o sus hijos. Pero no. Se escribe en mayúscula y en negrita el destino trágico del peronismo de izquierda.

Por otro rato pienso que la generación más conmovida es la nuestra, y la que nos sigue: los jóvenes. Una mayoría absoluta de la gente que hace fila para saludar al compañero Néstor Kirchner es joven. La movilización popular, otra vez, se sostiene en los jóvenes.

Después de saludar a Néstor y Cristina, salimos de la casa rosada y nos quedamos mirando las flores desparramadas de la entrada; llorando como un bebé pero abrazado al amor que reventaba la plaza y el salón de los patriotas, me vino a la cabeza un razonamiento, o -mejor dicho- un sentimiento: la vida de la lucha política de los últimos años en Argentina tuvo un lugar especial para las madres y poco lugar para los padres. Me refiero a la resistencia, a lo que queda. Son ellas las que persisten para terminar lo que otros empezaron.

Y a nosotros ayer se nos murió un padre. Otro más. Por eso las calles explotan de jóvenes.

Y ahí está Cristina, la madre, para seguir, para resistir. A las dos primeras personas que abrazó públicamente nuestra presidenta fueron a Estela y a Hebe. Cristina y Néstor siempre supieron muy bien manejar los gestos, el peronismo sabe de eso. Primero a las madres, loco. Porque muerto el padre, ahora Cristina tiene que criar sola a todos sus hijos que tanto la aman.

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Te vamos a despedir


Acá está la información para despedir al lider y compañero Néstor Kirchner.

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Llorar


Mi vieja y mi suegra están llorando y no van a parar. No van a parar porque es demasiado para sus vidas.

Estamos formateados para afrontar muertes, para hacer duelos. Tenemos años de sicólogos. Pero son duelos de gente cercana, de padres, hermanos, hijos.

Pero: ¿Cómo se hace el duelo de un lider, de un conductor político? Su muerte nos genera tristeza y temor, porque puede ser una muerte total, colectiva. No es una muerte individual. Nos podemos consolar porque está lejos y no comemos los ravioles los fines de semana con él.

Pero es justo ahí donde no hay suelo. Se muere un lider de un colectivo, el hacedor de un proyecto, el conductor de una profunda transformación. ¿Cómo se cura eso? ¿Cómo es el duelo?

Murió el lider de una esperanza colectiva que ayudaba a curar muchas muertes cercanas. Porque para vivir hay que mirar para adelante. Con él fuimos para adelante. Y hay que ir en grupo, nunca solos. Y con él fuimos muchos compañeros.

Lloran nuestras madres porque otra vez se sienten solas aunque no estén solas.

Lloramos nosotros porque murió Nestor Kirchner, un hombre extraordinario que supo confirmarnos que la felicidad es más intensa cuando las transformaciones son colectivas y no individuales.

Riki

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El censo Nacional y Popular no es cualquier censo

No es cualquier censo. No. El anterior se hizo en el 2001 y el país era otro.

Nosotros no tanto.

Hoy estamos contentos. Convencidos. Hace más de tres años y medio que le ponemos el hombro al carro, de una y mil maneras, en cualquier ámbito. Cada día que pasa revalidamos nuestra confianza y alegría. Lo veníamos soñando de chicos y hoy los hechos se cristalizan delante de nuestros ojos. Tenemos dos conductores de lujo.

No es cualquier censo. No.

Éste cae en manos de un gobierno nacional y popular. Las tortas de colores que despidan los proyectores en las oficinas públicas, delinearán más y mejor gestión. Es transcendental que a un Estado con políticas inclusivas le pongamos en la puerta un aluvión de datos. Que sirva para que el aire de esperanza que hoy se respira en la calle se quede ahí, entre nosotros.

Al censista que toque timbre en casa lo vamos a invitar a que tome asiento, le vamos a convidar algo para que tome, y lo vamos a felicitar por su participación ciudadana.

No es cualquier censo.

Llega en un momento clave de nuestra historia.

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Memoria y Derecho sobre los Pueblos Originarios

Mañana lunes 25 a las 18.30 en la Asociación de Abogados de Buenos Aires

A los fines de debatir propuestas y aportar argumentaciones de derecho e historiográficas, la AABA ha convocado al Panel cuyo propósito, en palabras del Dr. Carlos Zamorano “es instar a que se modifique el Decreto firmado por Yrigoyen en 1917 fijando que el 12 de Octubre se conmemora el ‘Día de la Raza’, tal como lo ha sugerido el Ejecutivo al remitir esta año un proyecto al Congreso”.

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Los límites

¿Dónde ponemos a las políticas de seguridad en el asesinato de Mariano?

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Mañana es hoy

¿Cuánto sabrá, podrá y querrá aportar la Policía Federal Argentina sobre el asesinato de otro joven en Argentina por protestar? Mariano murió de un balazo. Hasta ahora se supone que el balazo salió de un arma que disparó un integrante de una patota del gremio de Ferroviarios. Hay mucha especulación pero una cosa son los discursos políticos y otra cosa los testimonios de los hechos. No son lo mismo. Hay testigos que relatan los hechos y esos testimonios son verosímiles: acá, acá, acá. ¿Qué hizo la Policía? ¿Liberó, acompañó o ni sabía? Hay una División de la Policía Federal que se ocupa de la línea Roca del tren. ¿Dónde estaba? ¿Por qué la bonaerense metió un dispositivo en Avellaneda y la PFA no hizo nada en Capital? Parece que la Fiscal se está haciendo algunas de estas preguntas y separó a la PFA de la investigación de la causa. Mañana es hoy: si el gobierno tiene la data que la tire ahora. Para resolver hay que entregar, hay que soltar. Hay que explicar. Si la PFA nada sabía y sólo había un patrullero en el lugar, es obvio que no se le puede exigir intervención ante tamaña desproporción de fuerzas.

Hay que seguir la línea de la PFA y en esa línea el gobierno puede demostrar hasta donde le duele en la carne esta muerte. Porque sea como sea, en términos de estrategia política ya duele y va doler mucho.

Otra cosa. Mañana es hoy. Es probable que haya provocaciones graves hacía las fuerzas de seguridad en la movilización de esta tarde. Lo voy a decir con todas las letras y me hago cargo del costo: es probable que provoquen mucho a las fuerzas de seguridad para que reaccionen y así legitimar (con la represión como respuesta) el reclamo hacía el gobierno nacional.

Con todo esto vamos a ver la cintura política del gobierno hacía sus fuerzas de seguridad. Y se podrá ver también quién controla a quién.

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Fe de erratas

Esta tarde subí aquí una entrada basándome erróneamente en una noticia que creía actual y era antigua. Esta noticia daba cuenta de una reunión de Duhalde el malo con Pedraza, lider de los ferroviarios. Disculpas por el error a todos los que pasaron por aquí llegando desde otros blogs. Lo único que sostengo, sin fundamentos empíricos para este caso, es que Duhalde es un político capaz de matar.


Respecto de la nota del Cronista en la web ocurrió algo curioso. Primero apareció sin fecha, y después le insertaron la fecha en la web y sugestivamente tiene fecha de hace un año exactamente atrás. Llegaron comentarios a este blog de que esa fecha habría sido cambiada y que no se sabe en realidad de cuando es. Habrá que investigarlo mejor. Ya veremos

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El acto de la CGT en River, y la baja de Fibertel


Mientras los cien mil trabajadores organizados escuchaban las palabras de su Secretario General y unos minutos después las de nuestra presidenta de la Nación, yo hablaba con una operadora de Fibertel para comunicarle que me bajaba del servicio. La relación entre los dos hechos fue casual, y la disfruté tanto como ver la cancha de River absolutamente colmada por los gremios de nuestro país. Disculpe la injerencia, señor, pero ¿le puedo preguntar los motivos?". "Sí, por supuesto", abrí la cancha, con mi mejor voz de cliente indignado: "los motivos son de índole ciudadana y tienen su origen en la ilegalidad con la que ustedes están trabajando a partir de la caducidad de su licencia". La mujer, que también es una trabajadora, se agarró del salvavidas que le tiran los directivos del grupo: "no sé si está informado, señor, pero la empresa apeló el fallo y la justicia nos dio la razón. Salió en los medios de comunicación". Con una oreja escuchaba que Moyano prometía, para el 1ero. de Mayo del 2011, y en apoyo al proyecto nacional que les había devuelto la dignididad a los trabajadores, un millón de personas en la 9 de Julio. "Son tiempos de cambio y hoy confío más en el Estado Nacional que en una empresa", le dije a la operadora. Se produjo un silencio en la conversación. En ese breve instante llegaron con fuerza las bocinas y los bombos de los sindicatos que tronaban en las populares del monumental. "Es ideológica, si querés, mi baja. No estoy de acuerdo con los monopolios", rematé por la boca del teléfono. "Ideológica", repitió ella, irónica e impotente, dando por hecho la derrota. "Así es", confirmé. "Muy bien, señor", dijo resignada, y le dio trámite a la ansiada -desde hacía varios días-, baja del servicio de Fibertel.

La presidenta, cuando volví a sentarme frente a la tevé, aguerrida y afónica, hablaba de la recuperación de nuestra patria, en todos sus niveles, y pedía, "por un instante nomás", que pensemos si "hace 10 años atrás podríamos haber reunido a esta cantidad de trabajadores". "No", dijo, levantando el brazo, y acomodándose el pelo que se le pegaba a la oreja, "no se podía porque había un país sin trabajo, sin producción, un país donde habíamos perdido la esperanza y la ilusión".

Sí, señor.

En el día de la Lealtad, viva la Patria.

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la mañana

un jubilado de pelo blanco
con camisa y chaleco de lana
hace movimientos de brazos
con pausa
y dificultad
tomándose con la mano libre
de las las rejas de los juegos de la plaza

el paseador de perros tiene el celular pegado a la oreja
y la cara al sol
sentado en un tronco
con las patas estiradas

los regadores
a la distancia
lanzan cortinas de agua
como si el parque fuese un campo de golf
verde y desolado

soy yo el desacomodado
desempleado
con tiempo libre
e incerticumbre
mientras estiro los músculos
de mi piernas cansadas
después de dar dos vueltas
y sentir las gotas de transpiración cayendo sobre mis pómulos
bajo el sol generoso del mes de octubre

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El deseo y la escritura

Nunca antes se había sentado frente a los pibes de un secundario como escritor. Sí como militante de DDHH, ante auditorios de cien adolescentes que lo escuchaban con atención cuando les contaba cómo y por qué tantos chicos un poco más grandes que ellos habían decidido organizarse políticamente en los años noventa bajo una bandera y un puñado de consignas. Pero esta vez era distinto porque no tenía la espalda de un colectivo organizado atrás, y su experiencia como narrador era incipiente.

La escuela Media Nro. 8 quedaba en Florida, la reposada localidad de zona norte del conurbano donde el sol se desparrama sin filtro sobre las casas bajas, plazoletas y veredas. Martina se llamaba la profesora de literatura que lo había invitado –por medio de un conocido- y “Operativo ilegal” el libro que Luciano M. había publicado hacía unos meses atrás y que la profesora y sus alumnos habían leído en clase.


Ya dentro del colegio, a un costado de un cantero salpicado con flores silvestres, pocos minutos antes de subir a clase, Luciano M. le preguntó a Martina si habían leído “Los Hermanos Carrasco” –uno de los cuentos de su libro-. “Yo sí pero ellos no”, devolvió ella, tranquilizándolo con la mirada. “Te pregunto porque el texto tiene mucha mención a la cocaína, y no sé qué onda con los pibes”, dijo él, y pitó con ansiedad el cigarro.

Los pibes eran seis -cuatro varones y dos chicas-. Todos de diecisiete años, y de la zona -de uno y otro lado de la Panamericana-. Tenían un mate listo para cebar y –al parecer- distintas expectativas. Las chicas armaron un círculo de pupitres, y se sentaron, inquietas. Junto a ellas tomó asiento uno de los chicos –que riéndose y con los cachetes colorados contó que era el delegado del curso-. Un cuarto hizo lo mismo, frente a ellos, en absoluto silencio –así se mantendría durante la hora que duró la experiencia-. Los dos restantes se quedaron estacados en sus lugares, al fondo, bajo un sector descascarado del techo del que brotaba una mancha enorme de humedad, haciéndose los importantes. Martina, que en el cantero se había mostrado risueña y dócil, endureció el tono de voz, los llamó, y los pibes se acercaron sin ganas. Uno de ellos medía por lo menos uno con ochenta y tenía puesta una campera roja de River.

Luciano M. había decidido que lo mejor que podía hacer por los chicos, y en especial por él, era mostrarse transparente y honesto. Lo primero que dijo fue que escribía hacía sólo seis años, y que recién ahora creía haber encontrado su lugar en el mundo. “Toqué muchos años la trompeta”, confió, “pero largué cuando me crucé con la narrativa porque me di cuenta que prefería escribir una crónica del partido de fútbol de un campeonato que jugaba con unos amigos que sentarme a estudiar frente a una partitura”. Les contó que se gana la vida trabajando como empleado en una casa de repuestos de autos, que tiene un hijo de cinco años, que está separado, que siempre fue muy tímido y que milita en el kircherismo. “Yo creo que no hay que volverse locos para encontrar qué es lo que nos gusta hacer”, dijo, y chupó el mate que le había pasado una de las chicas. Todavía con el gusto ácido de la yerba bajándole por la garganta, les contó que hacía no tanto tiempo atrás, en terapia, a esa búsqueda la llamaron deseo, y que "lo mejor que nos puede pasar en la vida es encontrar el propio”. “Esa falta de norte, de proyectos, de construcción”, les confió, “me llevó a drogarme mucho y terminar en un centro de recuperación de adictos”.

“¿De dónde sacaste la idea del manco que se pelea a muerte con el hijo de un policía, en un barrio, que podría ser uno cualquiera de acá cerca?”, preguntó el chico que estaba sentado junto a las chicas, en referencia al cuento “Tarde sucia”. Luciano M. les habló de las crónicas de la sección policial de cualquier diario. “De ahí me robo algunas de las ideas que terminan en cuento”. Les contó que la noticia relataba un mano a mano en un descampado, con varios vecinos en ronda, a los gritos, y que el padre de uno de ellos, al ver que el otro –al que le faltaba un brazo pero le sobraba calle y resentimiento- le estaba desfigurando la cara a su hijo con su brazo sano, desenfundó una pistola nueve milímetros y desencadenó una masacre. “Yo trabajé el personaje del manco, le inventé un rancho, una madre postrada, un amigo que lo vino a buscar para acompañarlo hasta una cita que el lector va percibiendo que no va a terminar nada bien”. Martina afirmaba con la cabeza y disfrutaba de la expresión atenta de sus alumnos. “También construí parte del barrio, las casillas, los bolivianos vendiendo verduras y las doñas barriendo la puerta de sus casas abiertas para que corra el fresco, las calles de tierra, el barro de la lluvia, los mosquitos, los pibitos jugando a la pelota, un auto destartalado, y lo más importante, una tensión inquietante entre esos dos amigos durante la caminata, a partir de una mujer por la que ambos sienten atracción”.

“¿Cómo hacés para darle forma a un personaje?”, tomó la iniciativa Martina. Les dijo que para él el trabajo pasaba más por las acciones que por las descripciones de la ropa o el color de ojos. “El manco, por ejemplo, es un obsesivo de la limpieza y la pulcritud con la ropa. Incluso cuando se está peleando piensa en cómo le va a quedar el pantalón después de revolcarse por la tierra. Casi no habla, y cuando lo hace es para tirar una reflexión de peso, profunda. El otro nada que ver, no le importa nada, es un bocón, y mete la pata en los charcos. También tiene un tic obsesivo que lo particulariza: llevarse a la boca yuyos y ramitas, como si fuese un escarbadientes”.

El pibe de la campera de River, efectivamente jugaba en River, en la quinta, y de nueve. Lo contó cuando Luciano M. se quiso sacar la duda, ya que le pareció que tenía perfil de jugador. El del al lado era fanático de Racing, y no aportó ni se interesó en nada. Una de las dos chicas era muy bonita -tenía un escote muy seductor y una sonrisa inquietante que Luciano M. tuvo que desestimar para no perder el hilo-, y la otra contó que a veces, tirada en la cama, escribía algunas cosas en un cuaderno pero que no servían para nada.

Hablaron de un segundo y tercer cuento, y a Luciano M. le pareció, observándolos con cierta timidez mientras hablaba, que a los pibes algo les estaba quedando. Por lo menos la experiencia de tener a un flaco de treinta y cinco años que se había metido en su aula a hablarles de un narrador impregnado por las cuestiones sociales de un país como el nuestro, de personajes que no habían tenido el viento a su favor a lo largo de la vida, que vivían en barrios marginales; de la brutalidad policial, de las drogas, de la tumba y de la muerte. También charlaron de la década del noventa, del 2001 y del proceso de cambio que se abrió en el 2003 cuando Kircher asumió como presidente. Les dijo que cada uno escribe a partir de su propia sensibilidad y que en el caso de él, ese filtro está condicionado por su experiencia de vida y su militancia política actual.

Martina, una mujer entregada a las letras, sencilla en su modo de vestir, despidió al invitado con un pedido de aplausos. Fueron diez segundos intensos, y el sonido cerrado no salió del aula, íntimo y genuino.

“Una profesora me dijo que tenía que leer hasta que me duelas los ojos”, les dijo a los chicos Luciano M. antes de despedirse. “Leer y escribir: no hay otra”.

Besos, agradecimientos.


Para terminar, Luciano M. les firmó los dos libros que les dejó de regalo: “Por el bienestar general, la patria futbolera, el deseo y la escritura. Con afecto, Luciano”.

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Llueve y los medios dicen que nos están meando


La feria internacional del Libro de Frankfurt es la más importante del mundo. Conocemos a por lo menos dos escritores que ahora están allá: Leopoldo Brizuela (por "Lisboa, un melodrama", su última novela) y Felix Bruzzone (por "76", un libro de cuentos). La presidenta Cristina Fernandez viajó hasta Alemania en calidad de invitada de honor. Ella inauguró la feria (la versión número 62), y a pesar de la manifiesta y desvergonzada distorsión de los hechos que hace el dispositivo mediático opositor, nuestro país, una vez más, pica hasta lo más alto de la política -y en este caso de la cultura- internacional.


Que Elsa Oesterheld, la viuda del autor de El Eternauta, se funda con ella en un abrazo, íntimo y desapegado de cualquier ambición personal, a propósito de un homenaje, y en nombre de los setenta escritores que miraban con atención la escena, para nosotros es una caricia en el alma.

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Cristina y la literatura


La edición de los discursos de la presidenta siempre son funcionales a una discusión, a una coyuntura. El editor busca la frase que le conviene para abrazarla o escupirla. A veces, o muchas veces, directamente nada se pone para ignorarla.

Alguien en algún momento debería darse el trabajo de escuchar enteros todos los discursos de Cristina y analizarlos, ya no con el ojo coyuntural, sino con una visión total, quizás atemporal. Repasar las líneas de los discursos casi no retratados en los medios, aquellas partes que hablan sobre saberes generales, aspectos históricos, ideologías, etc.

Ayer Cristina habló en Frankfurt. Es sumamente trascendente lo que allá pasa para la cultura de nuestro país. Y Cristina dejó varias cosas, además del recuerdo de Oesterheld y Cortazar. Silvina Friera en Página 12
rescató a Cristina hablando de literatura, de eso se trata la Feria de Frakfurt.

Habló de los cambios en la industria editorial, de los fenómenos tecnológicos de internet. Y dejó un par de frases que, creo, deberían quedar para los libros de historia. Porque cuando recordemos frases del kirchnerismo no van a ser en referencia a Magneto, nos vamos a acordar, es decir, van a quedar definiciones políticas. Cuando uno repite a Perón no aparecen nombres propios, sino definciones, doctrina. Cristina es una presidenta que adoctrina, además de twitear sobre aspectos de la coyuntura.

Esto dijo, por ejemplo, sobre los libros y la literatura:

"Creo que mientras exista la palabra como instrumento más valioso para poder comunicar nuestras ideas, nuestros sentimientos, nuestras percepciones, el libro, la literatura, los autores, no van a terminar”
.

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Siguen pegando abajo


Estos muchachos siguen pegando abajo.
El Congreso adorador de las instituciones ¿Va a discutir un día sobre
esta?

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Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios