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La banda del Ente (brindis navideño dentro de la ex ESMA)



en el inmenso patio techado de la casa de la militancia
que los hijos inauguraron hace poco tiempo
dentro de la ex esma
con bombos, platillos y quince años de lucha en las banderas
hoy se realizó un brindis institucional
por el cierre del año
-y el dolor convertido en lucha
y la lucha convertida en conquistas
y las conquistas brotando en forma de lágrimas-
organizado por el ente público que dirige
el espacio memoria y derechos humanos.

los compañeros con responsabilidades de funcionarios
-porque son funcionarios con legitimidad de compañeros-
nos dirigieron unas palabras
recordaron a néstor
a iván heyn
homenajearon a las madres queridas
celebraron la inaguración del edificio del canal encuentro
agradecieron el aporte del monumental haroldo conti
el archivo nacional de la memoria
el ecunhi, y otros
y presentaron un video que repasó
la histórica sentencia contra los señores de la muerte
que operaron, justamente
donde ahora casi dos centenares de personas
empujamos el carro de la gestión pública
y profundizamos las políticas de memoria, verdad y justicia
del gobierno más popular de todas nuestras vidas.

bien lo canturreaba desde el corazón teresa parodi
-presente en el acto, acomodada en una silla de plástico-
en la canción que el equipo de prensa del ente
eligió para musicalizar el video:
aprender la lección de la historia
debe ser no perder la memoria.

en el medio, tomando algo fresco
con los ojos posados en el pelo blanco y en las arrugas de nuestras madres
la sensación de estar surfeando una de las olas
más sólidas de nuestra historia.

para el cierre actuó la “banda del ente”
un combinado de compañeras y compañeros que trabajan en el ente
realizando visitas guiadas
realizando tareas de mantenimiento
realizando tareas administrativas
militando por los derechos humanos
y la justicia social
quienes con la delicadeza de una novia
el deleite de un trovador negro y cubano
y la humildad de un militante de base
encendieron la llama de una fiesta
no tan distinta a tantas otras
pero dentro de la ex esma
y entre los que trabajamos
todos los días, ahí, entre árboles de moras y píos,
albañiles y pintores
calles y edificios de una monstruosa escuela de la marina
ahora llena de compañeros
movilizados por el recuerdo de los que ya no están
pero fumando en el agua
por las condenas a cárcel común de los asesinos
de nuestro pueblo
y la alegría de saber que nuestra patria sigue recuperando derechos.

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El largometraje 'Juan y Eva' se proyecta en la Ex ESMA



Organizan: Agrupación H.I.J.O.S. y Secretaría de Derechos Humanos de la Nación

"En el marco de la semana en la que se conmemora el Día de la militancia, el sábado 19 de noviembre a las 18 horas proyectaremos la película 'Juan y Eva' en pantalla gigante en el Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos (ex ESMA). Con esta iniciativa, seguimos poniendo vida en un lugar que fue territorio del terror y profundizando nuestro compromiso con la militancia, esa maravillosa manera de vivir que elegimos todos los días. A través de la historia narrada en el film de Paula de Luque, nos proponemos seguir aportando al debate, la reflexión, la memoria y la lucha. El largometraje, protagonizado por Julieta Díaz y Osmar Núñez, se estrenó en septiembre de 2011 y da cuenta de la historia de amor y militancia de Juan Domingo Perón y Eva Duarte. “Esa historia de amor surge en un terremoto, y que origina un temblor en sus propias vidas, para siempre.”


PROYECCIÓN EN PANTALLA GIGANTE (traé tu silla)

SÁBADO 19 DE NOVIEMBRE, 18:00 HORAS

ESPACIO MEMORIA Y DERECHOS HUMANOS (EX ESMA)

AV. DEL LIBERTADOR 8151

ENTRADA LIBRE Y GRATUITA

(No se suspende por lluvia)


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Miradas al Sur: la memoria de los ex presos políticos

Todo preso no es político. Por lo menos en términos formales. En nuestro país, durante la dictadura genocida del 76, llegó a haber diez mil hombres y mujeres encarcelados por razones políticas. La gran mayoría tenía algo más de veinte años. Uno los mira ahora, que andan por los sesenta, y siente, con emoción, un profundo reconocimiento, porque su lucha no sólo dejó ausencias y dolor, sino también, una herencia, que nosotros, sus hijos, sostenemos y construimos, en libertad y con alegría murguera, primero en los noventa, a los cascotazos, y ahora, de la mano de dos militantes que conformaron esa misma generación de soñadores: el proyecto político por el que en aquel momento se los llevaron.


Algunos de aquellos presos políticos se juntaron por una iniciativa de Miradas al Sur, para contar sus experiencias, que en todo momento definieron como colectiva. Adentro o fuera del calabozo, la construcción siempre fue colectiva.

Acá, la nota.

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Más poesía Menos Policía Edición Especial Tecnópolis

Sábado 5 de noviembre, 14.30 horas, MPMP llega a Tecnópolis.

Toda la información del evento, acá
.

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Llorar a Néstor

Néstor lee el poema de Joaquín Areta y dice: "Quisiera que me recuerden sin llorar ni lamentarme". Néstor lee un texto de un poeta desaparecido y aparece con él, aparecen todos en la calle, en la puerta de un tribunal. Néstor también está en Comodoro Py y nos abraza. Y nos dice: "no lloren, son días de fiesta popular, de sueños realizados, de conquistas esforzadas". Nos hace una broma, quiere que nos riamos. Y nos tapamos la cara pero estamos llorando. Néstor, nosotros te recordamos llorando porque somos libres y vos nos ayudaste a ser más libres. Tenemos que llorar porque nuestros desaparecidos están en nuestras almas y para encontrarnos con ellos después de tamaña justicia (que vos impulsaste) tenemos que llorar. No elegimos llorar, no lo podemos contener, Néstor. Te juro que voy a intentar no llorar y voy a reírme mucho, como vos lo hacías siempre. Te morfaste a varios pesados y siempre nos ofrecías una sonrisa. Nosotros vamos a seguir por ahí, cada uno su parte. Nosotros sabemos, con vos, que cada uno en su lugar aporta a la construcción política que tanto soñaste. Somos hijos de los 30.000 desparecidos pero también somos hijos de ustedes, Néstor. Y el aniversario de tu muerte y el triunfazo de Cristina y las condenas a los genocidas de la Esma son todos pétalos de una misma flor. Vamos a llorar un rato, Néstor. Y vamos a seguir.

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El amor de los convencidos



mi hermano iluminó, acá, con precisión histórica
una ya no tan reciente noche destituyente argentina
cuando los depredadores golpearon cacerolas
embobados con la ofensiva
de los dueños de la tierra y los medios de comunicación
que arremetían contra una visagra distributiva
de un gobierno popular que ya enjuiciaba genocidas
abrazaba a madres y abuelas
fraternizaba con los mandatarios latinoamericanos
dejaba de lamer las botas del fondo monetario
invertía en educación, salud y obra pública
apostaba a la industria nacional
y recuperaba las paritarias.

esa noche, entonces, volvimos a atrincherarnos
en la plaza de la resistencia
pero esta vez, ya lo habíamos asumido
para defender a un gobierno nacional.

gran parte de la generación de nuestros padres
también había intentado edificar con sueños y hechos
a su manera, en su tiempo, y con sus propios líderes
una patria libre, justa y soberana
como lo estamos haciendo nosotros, ahora
haciéndole frente al desgarro y al desamparo
del genocidio argentino del setenta y seis, primero
y al hambre, desocupación, entrega y represión de los noventa, después
cuando vamos a los barrios o a las universidades
en la gestión o en la mesa familiar de los domingos
a seducir a los ignorantes y a los desconfiados
con la seguridad de sabernos justos
ya que nuestra más genuina ilusión
es comprometer el futuro de una argentina grande
inclusiva, por medio de los puentes
de un estado peronista que restituye derechos
dignificando a su pueblo
diseminando como los brazos de un rio
la monumental obra y legado
de los patriotas de nuestro tiempo
néstor y cristina.

parte de la legitimidad del cincuenta y cuatro por ciento
que a partir del veintitres de octubre
pasó a engrosar la fascinante y dramática historia política nacional
nos corresponde a nosotros
la juventud del bicentenario
porque sin otra pretensión que derrotar el odio
de los miserables con el amor de los convencidos
empujamos el carro de la política
único e irremplazable instrumento para transformar
de la realidad de la gente que
por fín
reventó las urnas de agradecimiento
confianza, sueños y esperanza
a pesar de los pronósticos de los usureros
que hace doscientos años
destruyen a favor de la patria injusta.

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De la resistencia a la victoria


Era martes, me acuerdo bien. El día fijo del fútbol con los pibes. Mi hermano me pasaba a buscar, en general, por Blanco Encalada y Cramer. De ahí encarábamos para Caballito. Parado en esa esquina empecé a escuchar las cacerolas, una, otra y otra, eran cada vez más. Qué barrio de mierda. Que pedazos de hijos de puta. Que angustia. Llegó, al fin, mi hermano. Subí. Nos miramos incrédulos, llenos de preguntas. Encaramos por Cramer y las cacerolas seguían sonando. Paramos en un semáforo, una cacerola retumbaba en un balcón de un primer piso. Me asomé por la ventanilla y le grité: “¿Qué golpeas, por qué golpeas esa cacerola?”. El pibe, de unos treinta años, me miraba con una sonrisa maldita. Seguí gritándole: “¿La querés toda para vos, no? ¿La querés toda para vos, no? La querés toda!” El flaco asintió con la cabeza y dijo en voz alta para que se escuche bien: “Sí, la quiero toda para mi”.

Más tarde, en cortos y zapatillas de fútbol, llegamos a Perú y Avenida de Mayo y la situación era insólita: la plaza estaba ocupada por los angurrientos, por los accionistas de la desigualdad. Aguantamos los trapos ahí y fuimos avanzando de a poco para el lado de a Casa Rosada. Llegó D´ Elia con una decisión. Y se recuperó la plaza. Se sabía que si se perdía la Plaza de Mayo el costo sería muy alto. El gorilismo había mostrado los dientes y jugaba una carta audaz. Todavía no se entendía bien qué estaba pasando pero instintivamente sabíamos que la calle era nuestra. Comenzaba la resistencia.

Al poco tiempo y a base de kirchnerismo se recuperó terreno y se avanzó mucho más. La legitimidad se construye con tiempo y con política, no con la televisión. Ahora, a más de tres años y medio de esa noche de marzo de 2008 los votos van a reconfirmar a Cristina en el gobierno de manera contundente y con ella un proceso político transformador e igualador. Vamos a ir a la plaza, otra vez, a festejar.

Y no vamos a parar hasta terminar lo que Néstor y Cristina empezaron: alcanzar una patria solidaria, justa y soberana, sin privilegios, sin angurrientos. Aquel joven cacerolero deberá entender que tiene que repartir su riqueza, que si él gana dinero de manera desproporcional entonces hay muchos otros que están perdiendo en la misma proporción. Va a tener que entender que la democracia plena significa poner límites, que la libertad de mercado tiene sus límites en la igualdad del pueblo. Va a tener que entender y apuntar sus golpes para otro lado o será un infeliz toda su vida.

No vamos a parar porque lo sentimos intensamente, porque nos sale de las entrañas, porque ahora vamos a dormir un par de horas y nos vamos a levantar a fiscalizar y somos muchos: son pocas las mesas para esta militancia, porque los fiscales de otros partidos nos miran con envidia y al oído nos dicen que votan a Cristina pero que le ofrecieron buena guita para estar ahí. Vamos a bancar a Cristina en todas las resistencias que haya que resistir y vamos a profundizar en todas las profundidades.

Hoy será un día de fiesta popular porque aunque nos falta mucho (y por eso, repito, no vamos a parar) estamos caminando el sueño de nuestros patriotas y, fundamentalmente, el sueño de nuestros 30. 000 desaparecidos.

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Un 17 de octubre dentro de la Ex ESMA



Mi 17 de octubre fue definitivamente intenso.

Arrancó, temprano, con el arribo a la Ex ESMA. No para hacer una nueva visita al Centro Clandestino de Detención y Exterminio que allí funcionó. No. Para trabajar, de ahora en más, en el edificio del Archivo Nacional de la Memoria, junto a otros diez compañeros, en un refaccionado y luminoso salón llamado “Rodolfo Walsh”.

La mudanza implica, en lo personal y en lo colectivo, asumir el mandato político de ocupar un predio en el que a través de la función pública se mantiene viva la memoria.

Al mediodía salí a dar una vuelta. Debajo del brazo me llevé “En cinco minutos levántate María”, de Pablo Ramos. Busqué un lugar para sentarme a leer las últimas veinte páginas de una historia narrada por una mujer que recorre su vida desde la oscuridad de su cama, antes de que amanezca. Recorrí un costado del predio, comí unas moras en el camino, me encontré con dos compañeros de otras épocas de militancia que trabajan en otro edificio, y después de algunos minutos, encontré el lugar que estaba buscando: una explanada de cemento de la parte de atrás del Conti. En medio del absoluto silencio que reinaba en ese rincón, me acordé de una foto de la previa del acto oficial que se hizo en el centro cultural para su inauguración: Néstor y Cristina ingresando junto a la primera plana del gobierno nacional, frescos, y enormes, haciendo historia. Rodeado de las hojas y ramas que habían caído de los frondosos árboles del lugar, ahora sí, la profundidad con la que escribe Ramos, acrecentada de manera angustiante por la pendiente narrativa del final ya no del libro sino de su trilogía –los primeros dos son “El origen de la tristeza” y “La ley de la ferocidad”-, me conectó con uno de los tópicos más transitados por la literatura: la muerte.


Fumé un cigarrillo, mientras intentaba coronar la preciosura del texto con algún pensamiento. Di la última pitada, y me levanté. Próximo destino: el Ecunhi, espacio en el que se había abierto un pequeño comedor.

En el camino, una mujer, a la distancia, frunció los ojos, se agachó levemente, e intentó descifrar si yo era yo. Me miraba con gestos dubitativos, hasta que pronunció mi nombre. Era yo, sí, pero yo no sabía quién era ella. De todas maneras fui a su encuentro, e incluso nos dimos un abrazo. Con honestidad le comenté que no la reconocía. Cuando me dijo su nombre, y el de su hija, entendí todo. Adiviné los rasgos de su hija en su propio rostro. Nos volvimos a abrazar, re afirmando que sí, que nos habíamos tenido cariño. Intercambiamos unas palabras obligadas, y no mucho más. El encuentro duró dos minutos, pero fueron tan intensas las miradas y tan drástica la aceleración del pulso sanguíneo, que cuando cada uno siguió su camino intuí que a ambos se nos empastó la boca con el nostálgico gusto de un pasado irrecuperable.

Más tarde fui testigo privilegiado del frenético trabajo de unas treinta personas de la Unidad del Bicentenario para el acto que unas horas más tarde encabezaría la Presidenta de la Nación, en el edificio Educ.ar (las señales Encuentro, Paka Paka y Tecnópolis TV), al fondo del predio, por los sesenta años de la televisión Pública. “Son los productores más importantes de la Argentina”, me confió un compañero del Ministerio de Educación. Un hormiguero a cielo abierto.

Más tarde, y desde una ventana del primer edificio del Archivo Nacional de la Memoria, con el sol de octubre sobre la frente, disfruté cada una de las entradas de de las organizaciones que enfilaban hacia el acto con flameadoras, bombos y trompetas. Los seguí con la mirada hasta que se perdían por las callecitas del predio, con la naturalidad de cualquier manifestación popular, y volví a enorgullecerme con la obra de Néstor, sus pelotas y su amor por la Patria.

Más tarde, ya dentro del salón principal del edificio de Educ.ar, entre decenas de compañeros, personalidades de la política, los medios y la cultura, la vi, sentada, junto a las suyas, todas en silencio, y ella, intimidante, con un gesto durísimo en la cara arrugada y bordeada por el pañuelo blanco. Me acerqué, y le dije si la podía abrazar. Y así fue: varios segundos sentí el corazón incansable de Hebe de Bonafini sobre mi pecho.

Más tarde, la Presidenta, vestida de negro como la noche que nos envolvía, condujo con la semblanza de los diferentes, un acto que arrancó con la primera imagen que emitió nuestra televisión hace sesenta años: un discurso de Evita, tan vital como su lucha por los derechos de los descamisados.

Volví a casa con los pies inflamados, y la sensación de haber vivido un 17 tan intenso como las horas que viviremos el próximo domingo, cuando hagamos historia, o dentro de 96 horas, cuando volvamos a llorar por él, nuestro padre, como leí por ahí hace un rato, en una red social.

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Un año de Criminal Mambo



Hace un año se inauguraba este blog. Se eligió el día de la lealtad. Se decidió nacer el día del cumpleaños del pueblo argentino. Se propuso discutir un tema crítico. Criminal Mambo es una mirada nacional y popular de la seguridad. Feliz cumpeaños.

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Termómetro social XIII (padre e hijo recorriendo Tecnópolis)



por pedido suyo
mi hijo y yo
recorrimos tecnópolis;

desde el mediodía
y hasta que bajó el sol
bajo un cielo cargado de agua que nunca cayó
la tarde entera
de la mano
disfrutando de la suavidad y fragilidad de sus dedos
hicimos las colas de los domos blancos y dorados
junto al otro, el que no sale en televisión,
pero sí conforma el océano de almas asombradas y alegres
que una vez más gana el espacio público
y aplaudimos en la oscuridad cuando terminó la clase dentro de la carpa
le sacamos fotos a los fuerza bruta bailoteando en el aire sobre siam di tella
industria nacional
y pateamos los cantos rodado de las callecitas
de un pueblo bicentenario
que escribía
delante de nuestros ojos
con trazos fosforescentes
los continentes aire, fuego, tierra e imaginación
condensando, para él, el presente en el futuro
y para mi, su padre,
un pasado sombrío y cruel
que a cada minuto se convierte en conquistas invaluables;

tecnolopolis no está bueno, papá: está genial, me confió
saltando en el lugar,
con las rodillas mugrientas
rebotando de alegría
cuando nos subimos a un montículo de tierra
desde la que se apreciaba
a la distancia
como en un cuento
la polis conurbana y multicolor
en la que nos habíamos perdido
hacía un rato nomás
de la mano
padre e hijo
argentinos
latinoamericanos
y parte del sesenta por ciento que celebra con emoción
el modelo productivo con inclusión social.

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KRANEAR: el número TRES ya ganó la calle


(lo primero es lo primero: tenemos sitio en internet: www.kranear.com.ar)

Después de haberla presentado con bombos y platillos en el IV Congreso Iberoamericano de Cultura que se hizo en Mar del Plata (*), ahora sí, el número 3 de KRANEAR está en algunos puntos de venta de la ciudad.

En esta edición entregamos el último tercio del álbum-poster con los luchadores latinoamericanos de todos los tiempos. Un verdadero lujo para grandes y chicos, a todo color, y de más de un metro de largo que, tal cual pusimos en la bajada de la contratapa del primer número, se puede colgar en la puerta del placard o en la pared del local que tenemos junto a los compañeros y compañeras, hinchados de orgullo, porque de a poco se va poblando con las ilustraciones de los grandísimos patriotas que tuvo nuestro continente (con las cuatro de éste número ya son doce las figuritas). Ahora, posa para nosotros, con los brazos cruzados y un gesto implacable en la cara, Francisco Solano López Carrillo, presidente del Paraguay durante 1862 y 1870, que puso a su patria entre las más prósperas de la época, y que estuvo al frente de las fuerzas armadas paraguayas para enfrentar a la Triple Alianza (Brasil, Argentina y Uruguay) que le declaraba la guerra.

El sumario no tiene desperdicio y tiene un grosor quizás algo excesivo: 120 páginas. Un texto de los amigos de la revista THC en el que nos cuentan la génesis y el recorrido del movimiento cannabico en la Argentina; un texto que ofrece un revisionismo histórico con todos los nombres que componen el pensamiento nacional y popular; otro que ensaya sobre la des-extranjerización de la economía; un relato sobre el trabajo que realiza el equipo de profesionales que está al frente del Programa Nacional Mapa Educativo del Ministerio de Educación de la Nación; un repaso sobre la experiencia revolucionaria, en términos políticos y comunicaciones del diario Noticias de la organización Montoneros; la sección sobre Gastronomía Latinoamericana; un relato inédito del escritor Pablo Ramos para la sección Literatura Nacional, y otros textos.

A disfrutar, entonces, del número que hasta ahora mejor sintetiza el espíritu de una revista que de a poco, y a puro corazón militante, va conquistando seguidores.

(*) Con el kirchnerismo todo llega, dice mi hermano. Alcanza con levantar la vista unos centímetros del suelo para ver que las mejoras están ahí, al alcance de la mano, como un panadero que flota en el aire. Es tan intensa y vertiginosa la transformación que estamos viviendo en la Argentina que entre los que militamos en política, cada tanto, nos recordamos que hay que hacer una pausa, sentarse bajo la sombra de un árbol, y disfrutar y celebrar las conquistas, porque son únicas, irrepetibles, y tienen serias chances de trascender nuestra época para impactar, positivamente, en la vida de nuestros hijos.



Y un día llegó el primer reconocimiento institucional para KRANEAR, de la mano de la Secretaría de Cultura de la Nación. La propuesta nos la hizo una conocida en un cumpleaños, una noche cualquiera. Dijimos que sí, claro. Apuramos los últimos detalles de diseño, junto a nuestra diseñadora, Silvina, negociamos los siempre tensos tiempos de la imprenta, y con las revistas todavía calientes dentro del baúl, un día de semana, nos perdimos en la autovía 2 junto a una parejita de venezolanos que estudian una maestría en la Universidad Nacional de Lanus, bancados por el gobierno bolivariano de Chavez.

Durante tres días y noches paramos en Hotel Provincial, un edificio monumental, restaurado estos años, en el corazón del balneario más popular de las playas argentinas. Con todo pago, y con la tarjeta a color del evento colgada de nuestros cuellos, participamos de un Congreso al que asistieron a exponer sobre “Cultura, Política y Participación Popular” figuras públicas y funcionarios de todo el continente. Aprovechamos, por supuesto, y como lo hicieron las doscientas personas que operaron durante todo el fin de semana a favor de sus intereses, para instalar nuestra criatura, tejer relaciones, hacer migas con muchos colegas argentinos y latinoamericanos que también tuvieron la suerte de dormir en una habitación con vista al mar, desayunar licuados y frutas secas, y escuchar en los distintos paneles a los hombres y a las mujeres de nuestra Patria Grande que tenían algo para contar. En el plano íntimo, compartir larguísimas charlas con mi compañero de ruta, el director de la revista, Lalo Recanatini, tan apasionado por la política y la comunicación, como por los colores de Gimnasia y Esgrima de la Plata y la radio portátil que mete en el bolso cada vez que viaja, no tuvo ni una pisca de desperdicio.

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Termómetro Social XII (de las palabras a los hechos)

la calurosa tarde del 24 de marzo del 2004
minutos después de que kirchner le sacase oficialmente la esma a la marina genocida para devolvérsela al pueblo
los hijos traspasamos la puerta de hierro de libertador
agarrados de los brazos
vociferando gritos colectivos
anchos por el orgullo
acusando el impacto del acto
en nuestras caras
hinchadas por el odio
la tristeza
la incredulidad
y la esperanza.

cuando llegamos al portón de madera del emblemático edificio
de las cuatro columnas blancas
que sintetizan
aún hoy
la imagen del exterminio argentino
tiramos flores
y vomitamos lagrimas
que pesaban toneladas de muerte.

antes y después del acto del gobierno argentino
sobre la avenida rivadavia
en el que kirhcner pediría perdón en nombre del estado
deambulamos como fantasmas por el interior del predio
junto a miles de compatriotas
preguntándonos
quizás
cómo haríamos para llenar de vida
tan inabarcable escenario castrense.

volví varias veces durante los últimos años
y la foto siempre cambió de color
densidad
y textura;
hubo y sigue habiendo dificultades, por supuesto,
también internas
pero hoy tenemos el conti
el ecunhi
el archivo nacional de la memoria
la casa de los hijos
la casa de las abuelas
el canal encuentro,
y varios más;

tenemos moladoras
cementeras
martillos
serruchos
los cascos y mameluchos de los obreros
sus voces
sus radios portátiles
los autos estacionados debajo de los palos borrachos espinosos,
las decenas de empleados públicos que trabajamos
dentro de los edificios reciclados
y funcionarios que ejecutan políticas públicas;
conscientes del paso histórico que se ha dado
una tarde de sol cualquiera
miramos por una ventana
atónitos
cómo los grupos de secundarios
cintíficos
o personal del servicio penitenciario federal
escucha a las guías de menos de treinta años
que ofrecen la charla introductoria de la visita
al pie de las cuatro columnas
que hace casi ocho años atrás
llenamos de lágrimas
y pedidos
esperanzandos
como nunca antes
de justicia.

gracias nestor.

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KRANEAR: asoma la número 3




Sumario:

1) Políticas públicas en Salud, punteos, reflexiones y materias pendientes.
2) Un plan para des-extranjerizar nuestra economía.
3) Revisionismo histórico.
4) Los O'Odham, el pueblo indígena mexicano que tuvo que migrar desde el desierto a la ciudad.
5) Sección FotoSíntesis ("El sargento Kirk y el Córdobazo").
6) ¡Noticias de ayer, Extra, Extra!, un repaso de la experiencia revolucionaria del diario Noticias de la organización Montoneros.
7) La Patria Mapera, un relato sobre el trabajo del Programa Nacional Mapa Educativo, del Ministerio de Educación de la Nación.
8) La tribuna cannabica, un repaso sobre el movimiento cannabico argentino, a través de la pluma de los responsables editoriales de la revista THC.
9) Sección LiteraNacional ("La historia de la música"), por Pablo Ramos.
10) Sección Gastronomía Latinoamericana (El chile)
11) Sección Discos recomendados.

Y la última parte del póster y cuatro nuevas figuritas de los luchadores latinoamericanos de todos los tiempos.

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Termómetro Social XI (un ladrillo menos en la pared)


El martes de la semana pasada Luciano M. fue a la Dirección Nacional del Derecho de Autor, sobre la calle Moreno, en Monserrat, para averiguar cuáles eran los requisitos para registrar una revista. Entró con los auriculares puestos, escuchando el disco “Donde brilla el sol”, de Riddim, y aunque al principio no escuchó nada de lo que provenía del interior de la oficina pública, percibió con claridad que acababa de traspasar un umbral: decenas de personas, de uno y otro lado del mostrador, intercambiaban palabras y gestos. Apagó el aparato y como si hubiese abierto la ventana de una cabaña, el murmullo sordo que flotaba en el salón lo envolvió por los cuatro costados. Se desenchufó y le preguntó al muchacho que oficiaba de portero por su trámite. Le indicó una oficina del fondo. Atravesando el pasillo le llamó la atención la cantidad de chicos y chicas de no más de treinta años que atendían con ganas al público. La chica que lo atendió, resuelta y didáctica, también lo trató muy bien. A la media hora, salió del edificio, y lo primero que hizo fue enchufarse los auriculares.

“Vamos donde… donde brilla el sol…”.


Estaba contento. En las puertas de su cumpleaños número treinta y cinco, y después de varios años en los que para esa fecha sólo había dudas, reproches e inconformismo, ahora sí, por fin, se sentía más amigado consigo mismo. No era el ficticio paraíso de la vida resuelta. Nunca sería así. Pero sí sentía un extraño regocijo por haberle puesto ganas al deseo que creía haber perdido para siempre, como una pelota que se acaba de caer a un rio, y se aleja con la corriente.

“Al futuro hay que armarlo con amor…”.

Encaró por Moreno, hacia el bajo. Cruzó la 9 de Julio, atestada de tráfico y manadas de hombres y mujeres que serpenteaban por las franjas blancas del pavimento cada vez que cortaban los semáforos. El obelisco, en una punta, la subida a la autopista 25 de Mayo, en la otra, y sobre su cabeza, el colosal edificio del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, con el flamante trabajo en hierro del rostro de Evita, recortando el cielo azul de un día definitivamente peronista.

El sonido del disco, limpio, nítido, vital, le endulzaba el cuerpo entero. Esquivaba, casi bailoteando, con los brazos abiertos y un elástico transparente maniobrándole la cintura, a las personas que se cruzaba en las estrechas veredas de Monserrat. A través de la película que proyectaban sus ojos veía las colas en los kioscos, librerías y farmacias, o los bares, bodegones o casas de comidas rápidas con todas las mesas y mostradores llenos, pero su atención mental reposaba sobre la sección de vientos de la banda, prolija y eléctrica, sintiendo que debajo de los pies tenía un castillo inflable con los colores del arco iris.

“Acortare la distancia, que hace latir mi corazón…”. “Puedo sentir.... la vibración más hermosa…”.

Transitar el camino de la escritura, aunque sea a los saltos, con días en los que no podía armar una sola frase digna de ser leída, era una de las razones que le alumbraban el alma por esos días. Pensaba en eso, mientras flotaba en el aire con la cadencia pegajosa de los teclados y el bajo del disco. Un mes antes lo habían invitado a una escuela secundaria para que compartiese la cocina de los cinco cuentos de su primer libro, y eso valía millones, porque la frescura e ingenuidad de los pibes iluminaban su cabeza con la fuerza de cien relatos juntos. Miró para su derecha, y le pareció que dos de las chicas producidas como secretarias que fumaban tabaco en la puerta de un antiguo edificio reciclado, mientras tiraban humo hacia el cielo, se reían, y hablaban por teléfono, lo miraban.

Luciano M. no podía creer la vibración que había en la calle. El movimiento general se asemejaba, y mucho, al cosquilleo que sentía en los pies, en la espalda y en el cuello. Del otro lado de los cristales de una sucursal del Banco Galicia, una exclusiva Casa de Seguros, y la recepción de la Obra Social del Sindicato de Comercio, la gente se agolpaba para hacer su trámite. Un par de cadetes y verduleros con ropa deportiva charlaban con dos policías federales de chaleco naranja en una esquina, mientras esperaban que cambie el semáforo. Oyó, como si estuviese a cien metros, como uno de ellos, el de buzo de Boca, con una sonrisa pintada entre las dos orejas, gastaba a otro que con seguridad caminaría hacia el otro lado, a sus espaldas. Las bicicletas pasaban bordeando el cordón de la vereda. Un taxis con la puerta abiertas esperaba un pasajero, y de otro, que frenó a unos metros, se bajaron dos mujeres que vestían pollera y saco. Mucha gente hablaba por celular, y el tráfico de las calles laterales era muy intenso.

“Vuelve a avanzar, sin mirar hacia atrás… no importa lo que hagan no importa lo que dirán…”.

Cuando llegó a Paseo Colón, se desenchufó. El ruido de la calle lo envolvió con fuerza. En especial, los motores de los colectivos, que pasaban uno detrás de otro, interminables. Tenía que cruzar para tomarse el 152, pero decidió caminar hasta la otra parada, en dirección a la Boca, porque el día estaba hermoso. Y ahí tomó nota mental de un dato hasta aquel momento borroso pero presente por su persistencia: Cristina estaba por todos lados, con sus mil caras y consignas.

A mitad de cuadra apareció una cola que, según pudo constatar cuando llegó a la esquina, daba la vuelta entera por Venezuela y se perdía por Balcarce. A Luciano M. le parecía una cola para comprar entradas para un recital, o algo parecido, por la edad de los pibes y las pibas, la ropa de colores oscuros, las mochilas, los auriculares en la cabeza. Pero no estaba seguro. Justo antes de cruzar, ahora sí, la avenida Colón, escuchó la tonada de una mujer del norte de nuestro país, preguntándole a uno de la fila, si la cola era para conseguir trabajo. “No doña, es para Roger Waters”. “¿Para qué?”. “Para un recital de rock, Olga”, le aclaró el marido, vestido con un pantalón marron claro y una camperita de naylon, cara de bonachón, algo incomodada por la desinformación de su mujer de pueblo.

Luciano M., le buscó la mirada al matrimonio, y cuando se las encontró, les dijo: “cómo cambió la Argentina, ¿no?”. “Sí, m’hijo, la verdad que sí”.

Recién cuando pudo sentarse en el 152, a la altura de Retiro, pudo hojear los formularios que le había pasado la empleada de Derecho de Autor. El proyecto de la revista lo tenía loco, y más todavía, sabiendo que lo compartiría con una compañera de militancia que prometía. Perdiendo la vista en una avenida Libertador regada de coches y colectivos, a pleno, volvió a enchufarse los auriculares.

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La tormenta Roxana Carabajal

hoy la pesqué a Roxana Carabal en 678
cantaba una chacarera
sentada en el sillón ovalado de colores
vistiendo una pollera con el rostro de evita;
otra, le dijeron
cautivados por su potencia;
sin preludios
con la fuerza de una tormenta de tierra
tronó por los olvidados,
y a mi
desprevenido
me rodaron dos lágrimas
espesas y sanadoras
una de cada lado.


Soy el olvidao (Nestor Garnica)

De tu palo soy hijo de tu cuero
soy el olvidao en la alcancia del tiempo
el que se quedo de pie poniendote el pecho

flor obrera soy silvestre de espumas
cuando el tren se va miro en las vias la luna
pensando tal vez mi pago encuentre fortuna

Mi bofe se hincho cuando repartieron
de mi no se acuerdan dicen que nunca me vieron
que no soy de aqui que ya no tengo remedio

Soy el olvidao el mismo que un dia
se puso de pie tragando tierra y saliva
camino hacia el sol para curar las heridas

Una herida soy buscando el salario
Maestro de pie cuidando pichones blancos
Que maduraran iluminando tu pago

Soy el que quedo en medio los ranchos
Guacho del fiao a mate y guiso inventado
Hambre y rebelión fueron creciendo en mis manos

No quiero de mas quiero lo que es mio
Al mazo trampiao voy a torcerle el destino
Levantate cagon que aquí canta un argentino!!!

Soy el olvidao el mismo que un dia
se puso de pie tragando tierra y saliva
camino hacia el sol para curar las heridas

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Termómetro Social X (Entraste a un Pago Fácil y les pediste que saquen TN)


Qué gusto te diste, Luciano M. ¿La mina habrá entendido el mensaje que le tiraste desde atrás del vidrio, o al abandonar el salón, mirándote la espalda, le habrá dicho al empleado de al lado a éste loco qué le picó?

Hace dos meses, cuando saliste del local te juraste que no volverías a entrar. Aprisionado junto a otras cuarenta personas entre las cintas acomodadas a modo de serpentinas, como si fuesen vacas adormecidas, te fumaste media hora de TN en la tevé que el local ofrece como servicio para sus abonados, y volviendo a tu trabajo te torturaste la mente pensando en lo alta que es la pendiente de la derrota cultural.


Hoy te sacaste las ganas. Por ser mitad de mes no había nadie, y no tuviste que hacer cola. Mientras esperabas que el empleado te diese el vuelto, te cayó la ficha. Era el momento apropiado. Personal y colectivo. “¿Podré hablar con la encargada del local?”, le dijiste al pibe que te atendió. “Sí”, devolvió, y más por la duda que le cosquilleaba el estómago que por obligación, te preguntó “por qué tema era”. “Por la televisión”, le dijiste, apuntando la pera hacia la tevé, sintonizada en TN.

Detrás del vidrio apareció la chica, treintañera, con un gesto de intriga dibujado en la cara. “A modo de sugerencia”, abriste el paraguas, “te quiero decir que después de las elecciones del domingo me parece que no da que sigan poniendo TN, ya que los números hablaron por sí solos y no tenemos ganas que nos mientan las 24 horas”. La mujer, y los dos empleados que estiraban el cuello a su lado para escuchar, se quedaron en silencio. Pero algo había que responder: “nosotros no elegimos la señal, señor, a veces ponemos un canal de deportes, o dibujitos”. “Siempre que vine estaba TN”, arremetiste, pero te sentiste incómodo. Parecía un reto. “Igual es una opinión personal, eh”, subrayaste. “Me parece una tortura tener a estos tipos mintiéndote en la cara durante media hora”. Los dos empleados se miraban. Uno de ellos, con cara de culo, sintiendo, quizás, que estabas meando un asado ajeno. La otra, que era una chica de unos veinte años, sonreía, cómplice. “Te repito”, le dijiste a la encargada, “me parece que podrían poner cualquier otro canal, de deportes por ejemplo, y no a estos tipos, que nos viven tirando pálidas”. Silencio. Tu ojos y los de ellos, separados por un espeso vidrio, se mantuvieron firmes, evidenciando incomodidad. “Muy bien, señor”, te dijo, a pesar de tus menos de treinta años, “aceptamos su sugerencia”. “Bueno, gracias por escucharme”, dijiste, para despedirte. “Gracias a usted”.

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El legado de Francisco Solano López


de los ochenta y tres años que vivió francisco solano lópez
por lo menos sesenta se los dedicó al arte de la ilustración
a trazar vida con lápiz negro bajo la luz mortecina de un velador
en soledad.

hoy estuvo en la pantalla del siempre vital canal encuentro
junto a juan sasturain
ilustre y apasionado hombre de las letras y la historieta.

charlaban afablemente acerca de su obra más prestigiosa
el eternauta
y al guionista solano lópez lo llamaba héctor
evidenciando una cercania compañera.

habló de los gurbos
monstruoso blindaje pesado de la invasión;
de los manos
soberbios
peligrosamente inteligentes
decenas de dedos
orejas en punta, pelo en fuga, y dos ojos helados debajo de una frente ancha;
de los cascarudos
que nunca arremetían solos
siempre en manada
y por eso no se les veía los rasgos de su cara de insecto;
de juan salvo
el héroe colectivo
(resignificado en el 2010 con otro patriota)
la escafandra
la antiparras
y la escopeta al hombro.

con las tiras de la historieta que alguna vez leímos hasta que nos dolieron los ojos en el fondo de la pantalla
hablaron de ciencia ficción
del género de la aventura
del hombre común que se convierte en héroe
de las influencias literarias del dibujante
de su amor por la ciencia
de la primera salida a la calle de la obra maestra
en 1957
y la segunda, ya en los años 70
cuando una nueva generación la reinterpreta
y a su creador se lo come la maquina de matar argentina
junto a sus cuatro hijas
y solano
se escapa de su tierra
abrumado por el terror de la no-ficción.

ahora ya no está
pero nos deja una obra
monumental
y con raíces propias:
la invasión extraterrestre de una ciudad latinoamericana.

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Reseña de Fogonazos en Página 12: Disparos en la noche



Este es un blog hecho por dos hermanos. Uno, el más chico, está muy contento, feliz, orgulloso de su hermano más grande.

Recuerdo con consquilleo la noche que nos juntamos en la cuadra de la casa de Sandra Russo, antes del primer encuentro de su taller, en el año 2005. Estábamos cumpliendo un deseo: empezar un camino un poco más formal en la escritura. Sandra fue nuestra primera maestra. La vida siguió, la literatura nos terminó de atrapar.

Mi hermano Mariano, Matu, ahora mi-hermano-el-escritor no paró desde esa noche, como una hormiga, escribió, escribió y escribió. El año pasado publicó un libro de cuentos. Ahora está terminando una novela. Uno no escribe para que lo feliciten, pero cuando eso llega de lugares con prestigio, la alegría es inevitable y el corazón festeja. Hoy salió una reseña en Radar. Una de las oraciones dice así: "Mariano Abrevaya Dios se gana un espacio en la serie de los mejores narradores argentinos actuales como Leonardo Oyola o Mariana Enríquez".


Acá, la reseña completa.

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De Nazareno a Zaffaroni



te acordas de julio nazareno?
su estirpe de patron
de la más exclusiva casta riojana
machote de piel bronceada
con el pelo negro marcial y engominado
luciendo trajes de seda italiana
analfabeto de la letra judicial
corrompido hasta las vísceras
defendiendo
con la cara de piedra oliendo a perfume francés
los intereses
más miserables
de los dueños de la argentina?

qué estará haciendo hoy
a ocho años de su bochornosa salida
de la corte suprema de justicia?

tomará café en la confitería
más exclusiva de su ciudad
junto a los sojeros
y las víboras de los resabios del poder provincial
sintiendo una resentida satisfacción
mientras accede con su teléfono de mil dólares
a los portales de los medios canallas?

o llevará a sus nietos a la plaza
recordando
con nostalgia,
mientras atrapa la pelota
o empuja la hamaca,
los tiempos
de la obsena impunidad?

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Quiero que ganes de vuelta

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KRANEAR en Miradas al Sur


La colega, compañera y poeta Jimena Arnolfi se puso en contacto con nosotros porque estaba produciendo una nota para la sección Cultura de la edición de hoy domingo de Miradas al Sur. Tema: las militancias no tradicionales. Nuestro aporte: la experiencia de la revista KRANEAR. Nos pasó algunas preguntas por correo. Sólo un puñado de reflexiones entraron en la nota. Aprovechamos este espacio para compartir parte de lo que no se publicó.

Acá, el cuerpo principal de la nota de Arnolfi.
Acá, el recuadro específico para KRANEAR.

Y éstas son parte de las reflexiones políticas y comunicacionales del director de la revista, Lalo Recanatini Méndez, y las propias, como Editor Responsable, que quedaron afuera de la entrevista impresa.

¿Cuál es la mirada que tienen respecto de la comunicación en política?

Lalo: La comunicación o la difusión masiva es un fenómeno instalado hace unos 30 años, no vamos a descubrir nada nuevo. La campaña de Alfonsín en el 83 fue la gran innovación en este sentido. Su importancia se ha vuelto casi decisiva (importante fue siempre) a partir de la invasión absoluta de pantallas en el entorno de cualquier persona que habite una zona mínimamente “urbanizada”. Se ha producido un cambio sustancial respecto de la percepción de la realidad, con lo que aunque parezca increíble el individuo tiende a más creerle al dispositivo que intermedia entre el y los eventos que a sus propios ojos . Hay una disputa por la subjetividad de los ciudadanos, donde el verdadero poder no reside en las instituciones políticas sino en los propietarios de los medios de producción de sentido, es decir los dueños de los medios de difusión que hoy tienden a ser los dueños de todo lo demás. Creo que en esta etapa de desarrollo del capitalismo no alcanza con modificar la estructura material de una sociedad para que esto repercuta necesariamente en la superestructura por decirlo de alguna manera, hay que “contarle” a ese grupo social que está recibiendo beneficios de ese cambio, que ese barrio que ve por la ventanilla del tren hace un año no estaba, que el aguinaldo que acaba de cobrar con el modelo anterior no existía, etc. Ahí, con toda la humildad del mundo lo digo, creo que le pifiamos, confiamos excesivamente en que por prepotencia de transformaciones el tipo se va a desazonzar, se va a empoderar, va a tomar una posición afín al proyecto nacional, se va a rebelar contra las cadenas mentales que lo oprimen . Y por otra parte la comunicación política sin respaldo material, te puede funcionar un par de veces , pero el truquito se cae ej: “Alica-alicate”, “Tengo un plan” o el mas reciente “Sos bienvenido”. Pero insisto, podés introducir un montón de cambios beneficiosos para un grupo humano y si no “les” comunicás efectivamente esos cambios, la percepción tiende a ser de que todo sigue igual o peor que antes. El desafío es fascinante.


Pensando en las nuevas tecnologías y la militancia. Pensando en la calle y la vuelta de stencils políticos y de intervenciones de la vía pública -como por ej el "Macri volvé a la empresa"-, ustedes dos que militan o han militado, hasta qué punto consideran que es importante ganar la calle desde la militancia hoy en día? Se ha descuidado la presencia en los barrios?

Lalo: La presencia en las calles sigue siendo tan importante como hace 2000 años, pero en lo político por sí sola ya no constituye un factor determinante. En ciertos momentos de tensión con el poder real es un demostración de la capacidad de adhesión y organización de un sector social o político determinado. De lo que no me cabe duda, mas allá de su efectividad o no es que es indispensable ganar las calles. Tal vez no se si repitiendo siempre el mismo folclore , quizá desplegando una liturgia más acorde a los tiempos, es materia de discusión. De lo que no hay duda es de que la derecha es todo lo contrario: lo individual, parcelado, egoísta, onanista, hipócrita, adusto, lo irremediablemente mediado y por supuesto totalmente contrario a la dinámica de lo impensado, como es una manifestación ganando las calles. Con respecto a la militancia en los barrios no se ha descuidado, lo que ha habido tal vez fue un desmembramiento del entramado político social que brotaba desde los barrios. La ferocidad de la dictadura y la brutalidad del desguace menemduhaldista destrozaron una historia rica en compromiso político volcado a lo barrial. Lo poco que quedó tal vez fue la versión mas degradada de ese lazo entre el barrio y el mundo político, eso que tan bien encarna Ritondo y utiliza el macrismo en la zona sur. Por suerte se está volviendo a los barrios, se retoma una tradición de militancia y referencia barrial, en la CABA cuando la elección de comuneros sea una cuestión prolongada en el tiempo seguramente la militancia en el barrio recuperará el vigor que supo tener en otras épocas. Y ahí la derecha tiene más para perder que para ganar, por la sencilla razón de que la intermediación entre el objeto y el sujeto es mucho menor y ahí la constelación Magnetto empieza a hacer agua, cuando el espectador se convierte en protagonista. Duran Barba se queda pedaleando en el aire.

Mariano: ganar la calle siempre será fundamental a la hora de hacer política. A diferencia de la generación de nuestros padres, nosotros nos encontramos con un escenario devastado, practicamente imposible de interpelar, porque las necesidades de la gente estaban antes que cualquier otra cosa. Cuando las medidas del gobierno nacional bajaron y cambiaron parte de la cotidianeidad de la población más vulnerable con mejoras concretas, el diálogo y la confianza fueron otros. No creo que se haya descuidado el trabajo territorial. Se ha crecido mucho en los últimos años, y la presencia es notoria. Falta, por supuesto, pero para el militante kirchnerista meter las patas en un barrio es convicción, y no conveniencia.

¿Se ganan votos con herramientas como twitter y facebook?

Lalo: No sé si son contundentes al ahora de ganar adhesiones electorales, aunque intuyo que sirven para no perderlas. La presencia de un contra discurso en todos los dispositivos que estén a nuestro alcance , no solo es beneficioso sino casi indispensable. Ceder el terreno en esos campos sería un suicidio.

Mariano: Yo creo que sí. Pero le hablás sólo a un segmento. No hay que olvidarse de todos aquellos que no están conectados a la red de redes.

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Más poesía Menos Policía Volumen XII

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Termómetro Social IX (La ESMA es nuestra la puta lo que lo parió)


En el año 1999, por fin, me acerqué a Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.). Era hora. Atrás quedaban varios años de proscripción con parte de mi propia historia. El barrio me había chupado por completo pero de todas maneras, con un ojo, espiaba cómo el movimiento de derechos humanos le hacía frente a la impunidad de aquellos años. Incluso, a veces, lograba arrancar de la vereda a algunos de los pibes para marchar hacia el centro contra las leyes del perdón y los indultos. Las Madres siempre habían sido las Madres, pero también estaban ellos, y ellas, que tenían mi edad, y que armaban un soberano quilombo cada vez que ganaban las calles, irradiando frescura, rabiando rebeldía, y mostrando una organización e ingenio vanguardista.

Una tarde paré a uno en una marcha, le dije que quería participar, y a los pocos días fui a una cena de recepción, junto a otros que también querían sumarse. Nos hablaron de los puntos básicos de la agrupación (juicio y castigo, restitución de los hermanos apropiados, reivindicación de la lucha de nuestros padres, desmantelamiento del aparato represivo, horizontalidad, y otros), las comisiones de trabajo (escrache, educación, formación, hermanos, cultura, finanzas, revista, recepción y otras), y las asambleas semanales que se hacían los viernes a la noche en el local de la calle Venezuela. No hacía falta ser hijo de desaparecidos, asesinados, detenidos o exiliados (cuatro orígenes, los llamaban) para formar parte de la organización que en ese momento -sin proponérselo, quizás-, ofrecía la más renovadora manera de hacer política, enfrentando al poder no sólo para exigirle el juicio a los genocidas, sino también por la evidente crueldad social de un país demasiado injusto y doloroso. Había algunos peronistas, por herencia, pero las estructuras partidarias tradicionales estaban destruidas, el descredito era absoluto, y la consigna central de los Hijos por aquella época era: “Otro gobierno, la misma impunidad”. El oficialismo era el enemigo.


Me sumé, entonces, a la comisión de Educación, con la que recorrimos escuelas, colegios y universidades de la capital y del gran Buenos Aires, para contarles a los chicos quiénes éramos, cuáles eran nuestras banderas de lucha y por qué habíamos decidido organizarnos para hacer política, a pesar de que en la televisión y las revistas la clase política ostentaba poder mientras la Argentina se hundía en la miseria. Las asambleas, en el local, eran interminables, y el costo de darle la espalda a la verticalidad por momentos era alto. Las reuniones en las casas de los compañeros eran cálidas y no siempre productivas. Fuimos a Almirante Brown, al sur de la provincia de Buenos Aires, una soleada mañana de invierno, a aprender de la experiencia que un sector del incipiente movimiento piquetero construía en un territorio desolado por la desocupación, con sus huertas, panaderías y talleres de costura. Me embobé con algunos compañeros que por su formación, oratoria, sensibilidad, o empuje, se diferenciaban del resto. Me quedé con las ganas de acostarme con más de una compañera. Me enfiesté, eso sí, como todo el resto, cada vez que armamos un bailongo para recaudar fondos; y participé de manera activa de los escraches, esa maravillosa herramienta colectiva con la que dejábamos patas para arriba el barrio en el que vivía impunemente el torturador de turno.

Diciembre del 2001 me pescó dentro de la agrupación. El día 20 estuve en la Plaza, y después de los caballos sobre las Madres, los gomazos y las corridas, terminamos refugiados en el local de la calle Venezuela, convertido, ya entrada la tarde, en una trinchera popular para decenas de compañeros de otras organizaciones, entre ellos los motoqueros que aquella jornada tendrían un papel protagónico al enfrentar a la Infantería de la Policía Federal. Dentro del local, con la persiana cerrada, como si fuésemos delincuentes, o ratas de alcantarilla, hubo limones para el gas, pañuelos para la boca, arengas y abrazos. Incertidumbre, miedo y ganas de salir a matar.

Al poco tiempo abandoné el espacio, convencido de que se había cumplido un ciclo. El movimiento piquetero ganaba adhesiones y militantes clase medieros. Y las asambleas populares ofrecían la posibilidad de empezar de cero. Yo volví a las salas de ensayo, y al bajo, que era de dónde venía, y tiempo después fui padre. Había acumulado una experiencia de vida sustancial, aunque también quedó flotando en mi cabeza una pregunta inquietante: si la política era para mí. Había revisado, eso sí, mi historia personal, conectando puntos difusos de la historia de mi padre a través de algunos encuentros con compañeros que habían militando con él. También removí la historia junto a mi madre y su segunda pareja –la madre de mi hermano-. Pude despojar de heroísmo su figura revolucionaria, para humanizarlo, y verlo como un hombre de carne y hueso que como tantos otros decidió dar la vida por un proyecto político. También me animé a reclamarle su ausencia. La agrupación me dejó muchos compañeros, con quienes me volví a encontrar en la calle, y en las filas del kirchnerismo, cuando decidí volcarme, otra vez, y ahora sí de manera rotunda, a la política.

Hace unos días, y después de dieciséis años de lucha, los H.I.J.O.S. inauguraron su casa –la Casa de la Militancia- dentro de la Ex Esma. Ya no quedan hijos o hijas –enmarcados dentro de la organización- que duden del proceso político que nos cambió la vida a partir del 2003. Hizo falta un debate que duró años, puertas adentro -como le ha sucedido a la gran mayoría de los militantes del campo nacional y popular que transitaban la historia por fuera del peronismo-, para convencerse, porque a ninguno de nosotros nos prepararon para apoyar a un gobierno. Nunca estuvo en nuestros planes. Pero lo imposible sólo tarda un poco más.

El 27 de junio pasado, entonces, los hijos reivindicaron, una vez más, la lucha de nuestros padres, la nuestra, las prácticas políticas de la agrupación, la solidaridad, el sacrificio, el compromiso, la búsqueda de justicia sin un solo acto de venganza, y también, subiendo el tono de una voz que se atoraba por la emoción, la figura de Néstor Kirchner. Arriba del escenario, junto a Paula Maroni y Carlos Pisoni, dos de los referentes de la agrupación, estaban sentados el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Duhalde, el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, y la Ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner (fue ella quién cerró el acto). También las Madres y las Abuelas. Y abajo, mezclada entre la gente, Florencia Kirchner.

La realidad aprieta, acorrala, y las organizaciones deben re posicionarse cuando las riendas de la Nación están en manos de compañeros. Hacía tiempo que los militantes de Hijos acompañan las políticas de Estado de los gobiernos kirchneristas, pero ahora comparten foto con parte de sus funcionarios más importantes. No es para menos.

Enlazamos el documento leído durante la inauguración de la Casa de la Militancia. Es largo, y contundente, como cada vez que la agrupación sale a posicionarse políticamente.

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River, mi buen amigo


Cuando hizo el gol Pavone, la emoción fue tan grande que lloramos. Con mi hijo Manuel, de 12 años recién cumplidos, lloramos. Fue una posibilidad, una descarga emocional de esperanza. Después, con la tragedia, no pudimos llorar. Creo que fuimos haciendo el duelo en los últimos días. River tiene una enfermedad grave, estuvo agonizando este último tiempo y nosotros fuimos viendo desde el Monumental como se derrumbaba, como le costaba respirar cada vez más. Wen sí lloró al final, cuando el agua agredía la tribuna Sivori. Wen lloró al lado nuestro como miles de hinchas. Es sano llorar cuando uno está triste. Lo que no es sano es creer que el fútbol es lo más importante de la vida.

El año pasado nos hicimos socios de River. Un sueño cumplido para Manuel. Siempre fuimos bastante a la cancha pero este último año fuimos a casi todos los partidos de local. Vimos en la cancha la debacle. Festejamos cuando convocaron a Cappa, escribimos esto: estábamos felices. Cuando lo echaron escribimos esto. Nos putearon en japonés. Un anónimo escribió:

River, en este momento, tiene que dejar de lado su "progresismo" porque no tiene tiempo. Se agota. Yo prefiero zafar de la promo. Hoy zafo, mañana un proyecto donde River sea una cooperativa.

Los mediocres creyeron que JJ López nos garantizaba zafar de la promoción. Habría que empezar una campaña: “Fox Sports miente”. Les hicieron creer a muchos hinchas de fútbol que vestir traje y corbata y jugar con 8 defensores era lo nuevo.

Estamos en la B, con mayúscula. No sabemos que hubiera pasado con Cappa pero me hubiera dado mucho más orgullo irme a la B con un intento de identidad futbolística. No importa si Cappa es un versero, un trosco o mufa. Cappa tenía una propuesta con la cual intentaba ganar. La única propuesta de López era no perder y cuando lo único que querés es no perder, perdés. Es así. Pero lo más triste es que esa impronta se la haya morfado River.

River se fue al descenso porque traicionó a su historia. Y se va humillado, como Cobos.

Cuando Cobos emitió su voto no positivo parecía Cristo. Hoy la historia lo puso en su lugar: un político mediocre, encandilado en un segundo de gloria por las cámaras y lo espontáneo. River le ganó a Boca con ese cabezazo de Maidana y el plantel era Cobos viajando por la ruta 9 y festejado con los sojeros. Nos estábamos comprando el boomerang más grande de la playa.

En otras palabras. Para pasar esta humillación, la hubiéramos pasado intentando encontrar un estilo futbolístico y no tirando pelotazos buscando el error del rival con dos tercios del equipo atado a sus obligaciones defensivas. Eso me da más vergüenza que la misma B.

Charly estiró su cuerpo y se subió sobre la pared superior de la platea San Martín para ver qué pasaba. Hacía media hora que había terminado el partido. Cuando se bajó dijo: es el 20 de diciembre: por allá están tirando gases, acá abajo se están dando con todo y por Alcorta hay un par de focos de fuego.

Lo más fácil para explicar esto es decir que hay energúmenos, barras, locos, patoteros, etc. Hay algo de eso pero terminar el análisis ahí es escapar al conflicto. Que se haya producido un pequeñito 20 de diciembre quiere decir que hay fenómenos sociales que tenemos que empezar a mirarlos con más profundidad y no sintetizando con el famoso: los violentos de siempre. En primer lugar la reacción violenta hacía el club fue creada, como Frankestein, por la misma lógica institucional que tradicionalmente alimenta, con sectores de la política y de la policía, a muchos barras bravas. River alimentó toda la vida a los que hoy hicieron más quilombo. Les dio de comer con entradas, banderas, micros, bombos, lo que quieras. Son fieles en tanto puedan seguir con el negocio y no quedar humillados ante otras barras. Con River en la B, la barra pierde prestigio, poder, guita y fama. Y entonces hay que romper todo. Son ellos los que hicieron los mayores quilombos. Pero a esto hay que sumarle otro factor. Muchos pibes se suman al bardo porque son producto de una mezcla entre cierta pasión exacerbada que se promueve culturalmente hace tiempo en nuestro país con la falta de proyectos personales. Cuando vos dejás tu vida ligada exclusivamente a lo que pueda pasar con tu club, un día eso va mal y entonces sos capaz de cualquier cosa. Esto hay que entenderlo, aunque parezca ridículo. Porque estamos acostumbrados a dar crédito solamente a aquellos que dejan el cuerpo por convicciones políticas. Aunque nos parezca una pelotudez, hay gente que “dejaría su vida” por los colores de una camiseta. Preguntémonos por qué pasa eso y no nos quedemos en el desprecio y la subestimación. Ese tipo, entonces, rompe, pega, agrede, porque se siente estafado, basureado, impotente, ante la falta de esfuerzo y compromiso de los jugadores, técnicos y dirigentes. Este tipo de gente no es como los barras, no se involucran en nada, ni siquiera en la corrupción, pero les echan la culpa a todos: bien argentino. Y rompen todo también.

El resto de los hinchas, la absoluta mayoría, se fueron caminando con la cabeza baja a sus casas.

En lo que sí coinciden casi todos los hinchas de fútbol es en el desprecio que tienen a la Policía Federal Argentina. Cuando hay que buscar un enemigo cerca, siempre está la policía. Parecía que habían sido ellos los que nos mandaron a la B. Es impresionante como enfrentarse a la policía es símbolo de enfrentarse a los culpables de todo. Esa es la imagen que ha alcanzado nuestra policía federal. Vamos a tener que laburar muchos pero muchos años para revertir esa imagen. La han usado para las peores acciones de la vida social y política en Argentina y todavía lo están pagando. El desprestigio es muy profundo.

A diferencia de la Federal, River sólo tuvo tres años muy malos y estamos a tiempo de revertirlo y de recuperar el prestigio pronto. Estamos en una época donde lo inesperado sucede. La mayoría son buenas noticias, esta es muy mala.

Cuando estaba en la secundaria tenía muchos sueños pero había dos que parecían imposibles: que vengan los Rolling Stones y que se juzgue a los milicos asesinos. En esa época River ganaba campeonatos todos los años y vimos todas las vueltas olímpicas en la cancha. Estamos en épocas donde se derrumban mitos, donde los presidentes se parecen a su pueblo. Quizás River para entender esto tenga que caer en este pozo de lo inimaginable, hundirse. No podemos estar más abajo que esto, todo lo que sigue es para subir. River es un buen amigo, ni nuestro padre ni nuestro hijo. River es un buen amigo, no es nuestra vida. River es mi buen amigo. Lloremos lo que tengamos que llorar. Vamos a volver.

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Cristina, Fogonazos y la camiseta

Cristina oficializó su candidatura
y conducirá los destino de la Patria
otros cuatro años.
La edición de doscientos ejemplares de "Fogonazos" se agotó.
Sólo falta que el domingo saquemos pecho
y hagamos pesar la grandeza de la camiseta.

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De la mano de Hebe de Bonafini y Juan Incardona, MPMP vuelve al EcuNhi



En el espacio cultural que Hebe de Bonafini y sus compañeras levantaron dentro de la Ex Esma, y junto a Juan Incardona, a cargo del área de Letras, sacamos a la cancha un nuevo volumen de MPMP.

Sábado 25 de junio, 19.00 horas. Poesía, narrativa y música en vivo, en la sala de proyecciones del Espacio Cultural Nuestros Hijos de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.

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Ellos somos nosotros (entrevista a los abogados de las Abuelas de Plaza de Mayo)

El llamado cayó el viernes al mediodía, en medio de una reunión de trabajo. "Necesitamos una entrevista con los abogados de las Abuelas". "¿Por el fallo de ayer?". "Exacto. 9000 caracteres, e intentá sacarle un buen título". Luego de algunos llamados, y por medio de la buena disposición de algunos compañeros, logramos combinar una entrevista para última hora de la tarde con Mariano Gaitán.

Ir a la casa de las Abuelas siempre afloja las piernas. Están escribiendo lo mejor de nuestra historia y para nosotros es un enorme placer tocarles timbre, traspasar la puerta, hojear su semanario, mirar las fotos y placas, o escucharlas en la penumbra de la sala de reuniones de la calle Virrey Ceballos. Lo mismo con los nietos recuperados -perlas encontradas en el lo más profundo del lodo-, o en este caso, los abogados, que son todos pibes -y pibas-, que aparte de ser profesionales por los que cualquier exclusivo y tradicional estudio jurídico pagaría fortunas , son tan militantes de la causa como cualquiera de nosotros.

Acá, la nota que finalmente salió publicada en Miradas al Sur.

Lo más rico de la hora y pico que estuvimos con ellos, sin embargo, floreció, como suele suceder, cuando apagamos el grabador, porque tanto ellos como nosotros nos deshicimos de las cuerdas que impone el periodismo, y en el plano de la informalidad, charlamos acerca de su compromiso con la causa que podría cambiar de manera definitiva la relación entre la política y los medios hegemónicos de comunicación. "La estocada final".

Mariano y Alan son de carne y hueso, como nosotros. Te los podés cruzar en un fútbol 5, un asado o hasta un fiestón, y el ida y vuelta, de pie, en su oficina, valió mil notas. Justamente por esa sensación de que ellos somos nosotros.

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Cicatriz (Velez-Peñarol)

* por Adhemar, un amigo con el que hemos compartido años de fútbol, y vida.

Suena mi teléfono, son las once de la mañana, mi esposa me avisa que tiene que retirar a Jerónimo del jardín porque tiene fiebre. Tiene 4 años. Canta con la boca torcida todas las canciones de cancha, gesticula, se agarra la cabeza, mueve su brazo al compás de los temas, acompaña con estético movimiento también su muñeca. Ha adoptado todos los modismos del concurrente asiduo a una tribuna popular por más que su padre, es decir yo, siempre lo lleve a la platea. Ayer Vélez quedó eliminado y hoy Jero tiene fiebre.

Lautaro tiene siete y también fue testigo de la eliminación. Se agachó y se puso en posición de cuclillas con la cabeza mirando hacia abajo y una mano entrecruzada con la otra. Su castaña melena cae al estilo catarata. Mientras tengo a Jero a upa, miro incrédulo el festejo manya y con mi mano izquierda acarició la cabeza de mi otro hijo; la muevo de un lado al otro intentando que despierte de su derrotada postura, sigo insistiendo y nada genera. Me siento. Ahora Jero apoya su cabeza en mi hombro, no quiere ver hacia el campo de juego. Abrazo a Lautaro, pero él permanece en su posición. Vuevlo a insistir. Lo abrazo con más fuerza e inclino mi cabeza hacia la suya. Permanecemos así durante varios minutos, del otro lado del estadio y del rïo retumban festejos ajenos.

Como puedo lo obligó a levantar su mirada. Le cuesta. Lautaro es orgulloso, dulce y orgulloso, caiñoso y orgulloso, compañero y orgulloso. No es fácil pero lo consigo. Nos miramos. Tiene los ojos repletos de lágrimas pero no se va a permitir largarlas. Le digo que llore, que libere, que exorcise ese dolor. No lo va a hacer. Por más que no lo haga, yo se que está llorando. Ya se que esa cicatriz lo acompañará el resto de su vida.

A mí también de chico Vélez me dejo una herida. Quedé lastimado después del zapatazo de Batista en el Nacional´85 en el Monumental. Tampoco lloré esa noche en la cancha, aguanté, llegué a casa; mi vieja había recalentado los ravioles que anteriormente había servido a mis hermanas que se quedaron a escuchar el partido en mi casa de la calle Arregui. No quise comer y me acosté, desplomado, y ya solo con mi almohada de testigo, rompí en llanto.

En esa oportunidad era hijo. Pasado el tiempo, y con esa cicatriz a cuestas, vinieron las éxitos y los sueños cumplidos. Inimaginadas vueltas olímpicas abrazado a mi padre, quien a su vez hacia lo propio con el suyo añorando la presencia de los que ya no están.

Ayer fuímos los tres. Valentina con doce años miraría cabalísticamente el partido por tele cubierta por la camiseta de la V azul junto a su madre. Esta vez las mujeres también quedaron en casa. Los tiempos pasaron aunque no todo cambió mucho por más que ahora vaya el partido por cable y aire evidenciando la evolución.

Crecimos. Vélez también creció. Y mucho. Ayer el Amalfitani evidenció tajantamente esta realidad inocultable. Somos grandes y ha quedado demostrado. Hoy el grande también soy yo. Y soy yo quien añora la presencia de su viejo. Están los chicos. Y son ellos, con su primer cicatriz, quienes ratificaron en la dolorosa noche de ayer ese amor fiel, perdurable, heredero y desinteresado.

Me suena de nuevo el teléfono, son las cuatro de la tarde, estoy intentando trabajar en la oficina pero cuesta. Es mi mujer. Jerónimo quiere hablar conmigo, la fiebre le ha bajado. Me quiere decir algo, tomo el teléfono y le escucho esa voz tierna, pícara y sentida diciéndome “pa, el lunes quiero ir a la cancha a ver Vélez porque aunque ganes o pierdas no me importa una mierda”.

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La altura de Sebastián Basalo y el salvajismo de Claudio Izaguirre

El video ilustra parte de esas tantas argentinas que conviven dentro de nuestro país.

Del lado izquierdo de la pantalla, Sebastián Basalo, director de la prestigiosa y masiva revista THC, un pibe de menos de treinta años que milita fervientemente por la despenalización del consumo de drogas y el auto cultivo, y del lado derecho, el hombre que dirige la Asociación Antidrogas de la República Argentina, Claudio Izaguirre. En el medio, Gerardo Rozin, conductor del programa. Basalo expone sus ideas, aporta estadísticas, argumenta por qué tenemos la imperiosa necesidad de modificar la actual ley de drogas, y sufre en carne propia la persecución y cárcel que sufren miles de pibes de nuestro país -en su mayoría pobres-, por consumir marihuana o tener plantas en su casa. Izaguirre es una máquina de disparar lugares comunes, ofensas y bríos de machito campeón, sin lograr, en ningún momento, ponerse a la altura de las circunstancias. Ante un argumento irremontable que le tira Basalo, el hombre monta una ofensa, agrede, escupe intolerancia y odio, y rompe las reglas televisibas. Rozin, estupefacto, no sabe que hacer, y suponemos que se arrepiente de haber sentado en su mesa a la bestia. Basalo acusa al gorila de haber encabezado una antimarcha de la despenalización, junto a grupos neonazis, pocos días atrás. Y ahí empezamos a entender todo.

Navegamos el sitio de la Asociación Antidrogas. Impulsan la candidatura del Ex Presidente Duhalde, y entre los pergaminos que se muestran de su carrera, rebasan menciones institucionales de la era menemista. El círculo cierra cuando vemos otro video, de hace unos pocos días atrás, con los mismos actores, la misma discusión, y una desvergonzada catarata de críticas hacia el gobierno nacional de parte de éste operador político de Duhalde, que si alguna vez tuviese responsabilidades como funcionario público habremos retrocedido no años, sino siglos, en la construcción de una patria más justa, libre y soberana.

Dios nos libre de esta bestia despiadada.

Toda la solidaridad con los pibes de la THC, su construcción política y su lucha.

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Más poesía Menos Policía Volumen XI


La primera edición de MPMP del 2011. En el ECuNHI, a finales del mes de junio.

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Termómetro social VIII (el ataque de un Pitbull)


Imprevistamente, y con la brevedad de un pestañeo, te cambia la vida. Las balas pican cerca, uno escucha por ahí, y por acá. Hasta que mañana, de tarde o de noche, un acontecimiento, arbitrario, arremete con la fuerza del odio, y desmantela el precario orden de la cotidianeidad.

Caminabas hacia el supermercado “Día” de la avenida Monroe, en el barrio, calidamente sosegado por el sol de media mañana de estos días. Pensabas, seguramente, y con cierta satisfacción, en alguna de las tantas responsabilidades que te cargaste desde que empezó el año. Cruzaste Blanco Encalada -venías por Holmberg-, y cuando pisaste el pasto descuidado de la plaza de enfrente, sentiste algo así como un golpe, un súbito y violento zarandeo en el brazo, a tus espaldas. Cuando te diste vuelta, no tuviste tiempo para racionalizar la escena: un pitbull marrón claro, petacón y endiablado, gruñía y tiraba tarascones a la altura de tus pies, dispuesto a destrozarte. Le pusiste por lo menos dos patadas en el hocico, lo recontra cagaste a puteadas, pero claro, el animal, no aflojaba. Con la pulsación a mil revoluciones, retrocediendo de espaldas, trastabillaste, y caíste al suelo. Te pusiste de pie casi de inmediato, volviste a disparar patadas impulsado por el terror que te sacaba el aire, y al fin, la bestia, retrocedió. Recién ahí miraste tu antebrazo derecho: un agujero profundo, de tres centímetros de ancho, del que irrumpía el rojo pastoso de la carne macerada. La sangre te había ganado el brazo, y caía, pesada, sobre la tierra reseca del descampado. No había nadie para auxiliarte, o solidarizarse.


Luciano M. huyó despavorido del lugar, confundido, en trance. Cuando llegó a la avenida ya sabía que su destino era el hospital Pirovano, y no algún sanatorio de su obra social y estatal, Unión Personal. Entró en un barcito y pidió una servilleta para frenar la hemorragia del brazo. La chica lo miró espantada. Sus ojos transmitían desconfianza, pero enseguida trajo dos o tres hojas de un rollo de cocina. Gracias, me mordió un perro, informó Luciano M. Como la avenida está cortada hace un par de meses –y así seguirá durante diez más, porque Macri está construyendo un fastuoso túnel a la altura de las barreras del tren-, tuvo que dar la vuelta, y trotar unas ocho cuadras hasta el hospital. En el camino percibió la mirada suspicaz de los vecinos: podía ser un rocho que acababa de tirotearse con la policía, así, con el brazo lleno de sangre, la frente transpirada y la piel de la cara todavía pálida del susto.

Recién te atendieron a los veinte minutos. Ya no te sangraba, pero te dolía. En la sala de espera, mirando Crónica TV –caso Belsunce-, te miraste la herida más de una vez –¡morboso!, pensaste-, y no podías creer que ese agujero espantoso estuviese calado en tu brazo. Te llamaron, por fin. Le contaste la historia a la médica -hija de japoneses, joven, pura vocación de servicio-, esperando algún tipo de consentimiento, pero a cambio, en silencio, la flaca te limpió, cosió, y recetó antibióticos, analgésicos y la antitetánica. Quiero hacer la denuncia, le dijiste, ese animal es un peligro, capaz que ahora mismo se está comiendo a uno. Andá a la 37, dijo ella, que ya estaba en la puerta interna de la sala, hablando con un colega sobre un caso médico, frente a un pasillo de la guardia lleno de desgraciados.

Hacía quince años que no entrabas a la comisaría. Te abrazaron los recuerdos, ¿no? Lo primero que te llamó la atención fue el enorme afiche, vertical, en el medio de la recepción, del Ministerio de Seguridad. Se anunciaba el servicio de un 0800 para hacer denuncias contra la policía que todavía no entendió que los tiempos están cambiando, o que son funcionarios del Estado y que como tales deben respetar las instituciones y cuidar a la ciudadanía. Contento por estar corroborando con tus propios ojos hechos que ya te habían comentado, ves que en un pequeño plasma, en uno de los vértices de la sala, pasan un corto institucional del Ministerio, en el que aparece Garré transmitiéndoles a los cincuenta y tres nuevos comisarios de la Federal conceptos democráticos de seguridad. Muy bien, vamos muy bien, pensaste. Te atendió un ayudante, por fin. Rivas. Le contaste la historia. Qué bicho hijo de puta, confió él, mientras redactaba la denuncia con un prolijo registro de tono jurídico-policial, con puntos y comas pero sin acentos –interesante para la ávida mirada de un periodista de policiales, calculaste-. Rivas te pidió con tono neutro los datos del dueño, la casa, los testigos y el color del cielo, elementos que, te diste cuenta en ese momento –salvo el cielo- no conocías o no habías registrado. Vos, justo vos, un ser excesivamente racional, tomaste conciencia, ahí, sentado en la 37, que ante el ataque del animal te comportaste a puro instinto, y que si hubiese aparecido el dueño, le hubieras destrozado el cráneo con un cascote. Podía haberle pasado a un nene, o a una vieja, o a cualquier otro desprevenido, y directamente lo mataba, le dijiste, angustiado, a Rivas. Y el ayudante hizo un movimiento aprobatorio con la pera. Firmaste la declaración, en la que quedaba asentada una denuncia penal, y leyéndola, te agarró un poco de cagazo, porque los dueños del pitbull, te había comentado la farmacéutica de la cuadra, eran unos uruguayos con fama de jodidos.

Luciano M. entró al Durand a media tarde. No había mesa de entradas, ni carteles que informaran nada. Preguntó, y le dijeron “por allá, en el otro pabellón”. Caminó por un pasillo, salió a un patio, y ahí fue que cruzó miradas con dos hombres de gestos duros, que tenían las muñecas esposadas; estaban sentados sobre un escalón, esperando que los atendiese un médico, supuso, custodiados, a dos o tres metros de distancia, por tres hombres del Servicio Penitenciario Federal. Uno de ellos tenía en la mano un celular del que sonaba una cumbia. A pesar del aparente clima distendido –había uno que tarareaba la canción-, Luciano M. sintió que atravesaba no un pasillo sino una pared. En el pabellón preguntó de nuevo, y le indicaron una puerta. La abrió, y se encontró con una fila de diez personas, en su mayoría mujeres con un nene en brazos y el otro tirándole de la campera, y hombres solos o jubilados. Ninguno hablaba, y sus caras tenían la misma resignación que el color crema pálido de las paredes del pasillo. No era ahí, sino unos metros más adelante: vacuna antirrabica. Esperó, y al rato lo atendió un doctor de unos sesenta años, que tenía lentes, el pelo corto, y un tic sorprendente: torce un milímetro la cara, hacia la izquierda. Luciano M. volvió a contar su historia. Te lo aseguro: los dueños del perro son delincuentes, y lo usan para ir a robar, dijo el hombre, éste es un país de salvajes, remató. No me parece, devolvió el paciente. El hombre, entonces, frunció el entrecejo: vos estás en política, ¿no? Me gusta, sí. ¿Sos de algún partido?, se atajó el doctor. Soy oficialista, me parece que son lo mejor que nos pasó en décadas. ¿Ocupás algún cargo? No. Tenés razón, dijo el hombre, y se sacó los lentes, y apoyó el cuerpo en el respaldo de la silla, para decir: yo también creo que son lo mejor que hay. Charlaron varios minutos de la recuperación económica, los juicios a los milicos, la iglesia católica, la muerte de Néstor Kirchner –él la manejaba a ella, ¿no?, insinuó en un momento-, las elecciones de octubre, y en todo momento, Luciano M. sintió que el hombre que había delante suyo tenía más de una cara, y que la que le estaba mostrando ahora, era sólo para la ocasión. El doctor, de todas maneras, estaba exultante. Le gustaba charlar de la Argentina, y de la pasión política recuperada por los Kirchner, que incluso, ahora, hasta había ganado el rincón opaco de su consultorio antirrabico. Cuando se despidieron, Luciano M. le pidió su nombre, por caballerosidad, y el otro, perseguido con alguna idea alucinada y montonera –en algún momento de la charla confesó que era ex policía- asestó, rígido, sólo su nombre de pila: Jesús -el hombre de delantal blanco que varias veces repitió una frase célebre: mi único Dios fue mi padre-. Luciano M. fue a una sala contigua, donde la enfermera primero se quejó por lo largo que hacía las consultas el doctor, y después, lo vacunó. Ya dirigiéndose a la salida, en el pasillo se volvió a cruzar con los presos y los agentes de SPF, y de nuevo la profundidad de unas miradas que hablaban de otro mundo.

Cerraste una jornada, decididamente diferente, al borde del lago del nuevo y renovado parque Centenario macrista –que no está nada mal, hay que decirlo, a pesar de las rejas-. Leíste, bajo el cálido sol del atardecer, varias páginas del fenomenal guión que escribió Quentin Tarantino, después llevada al cine por él mismo: Bastardos sin gloria.


El pitbull, la violencia, la fugacidad con la que un acontecimiento te sacude la modorra, los servicios públicos, las necesidades de la gente, la deuda social, tu condición ineludible de burgues, los cambios en la policía, y la literatura como vía de expresión de tus deseos y miserias. Todo eso junto, Luciano M., zapateándote la cabeza, como si fueses la hormiga que a tu lado, cargaba alimento, laboriosamente, hacia su cueva.

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Manu y Santino Dios

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