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La argentinidad al palo

 
1) En el invierno del año 2000 fui a ver a la Bersuit Vergarabat al estadio de Obras. Esa noche presentaban los temas de su último disco: Hijos del Culo. Fui con mi ex mujer a la platea. Teníamos una vista ideal del escenario, de las tribunas de los costados y, en especial, del piso, o campo, donde estaba la monada. Éramos unas seis mil personas. Creo que todavía no se usaban las bengalas, pero sí los trapos, que se colgaban por todos lados, tal cual hacemos en las canchas o desde hace un tiempo para acá, en los actos políticos ¡oficialistas! Hacía mucho calor y los abrigos los teníamos sobre las piernas. Un par de minutos antes de que empezase el show, me llamó la atención un hombre mayor, corpulento, que estaba tres asientos a mi izquierda. Tenía la cara de Gustavo Cordera. Me acerqué. Era el padre. Charlamos unos minutos. La carrera que estaba haciendo su hijo le inflaba el pecho de orgullo. “Pero yo sigo al frente de la óptica familiar, en Wilde”, avisó. Le conté que era el bajista de Brote, la banda en la que tocaba junto a Ramiro, uno de mis hermanos. Le pregunté si le podía acercar un disco. “Sí, pibe. Yo se lo doy a Gustavo”, prometió. Cuando volví a mi asiento, mi ex estaba de mal humor. Por celos, u otra cosa. Recién a la media hora del show me permitió agarrarle la mano. “Se viene el estallido”, anunciaba un Pelado inflamado de pasón, desde el escenario, en la recta final del recital. Obras era una caldera. Teníamos menos de treinta años y terminaba la década del 90. El hombre de canas que unos minutos antes me anotaba en un boleto la dirección de su negocio, ahora aplaudía, emocionado, la legitimidad de una banda que expresaba el cuerpo y la voz de una época marcada por la indignación y la desesperanza.

2) Hace una semana fui a ver a la Bersuit Vergarabat al Luna Park. Tocaban los temas de su primer disco sin el Pelado Cordera, que decidió armar su proyecto solista. La banda celebraba, también, sus veinticinco años de carrera. Los mismos músicos, la misma entrega, la misma familia, la misma amplitud artística. Fui con mi hijo, mi hermano Ricardo, mi sobrino, y una pareja amiga. Pasamos los molinetes y un acomodador nos llevó hasta las plateas que habíamos comprado en internet. Cuando la banda tiró el primer acorde mi hijo se sobresaltó. El sonido llegaba fuerte y sucio. Conocíamos casi todas las canciones de la discografía por haberla escuchado en el auto, pero no los temas nuevos. El asombro y la excitación de mi hijo se diluyeron a la hora de recital. Le dije que se durmiese. Quería irse. Estaba cansado. No negocié, y al rato se durmió sobre mis piernas. Me emocioné tres veces hasta las lágrimas. En silencio, y con un nudo en la garganta. No tuve claro por qué. Las canciones y los ritmos de la Bersuit me acompañaron durante los últimos quince años, y ahora estaba ahí, con mi hijo, que dormía, abatido por la energía de los ocho años, mientras yo le acariciaba la cabeza. Al rato me desabrigué, aplaudí, chiflé y salté junto a mi familia, en especial, cuando ya terminaba el recital, y los cantantes de la banda emularon al canillita de la formidable chacarera “La argentinidad al palo”, que enumera, uno a uno, los momentos más tristes y vergonzosos de nuestra historia, con una última actualización que refleja las conquistas de la nueva era (aplaudida por todo el estadio): la mención para Néstor, cuando ordena bajar el cuadro de Videla.

4 comentarios:

cohetanea dijo...

Yo también me emocioné!, cómo siempre
cada vez que te leo.

Mariano Abrevaya Dios dijo...

Gracias por tus palabras, Cohetana. Como siempre.

dana dijo...

que hermoso lo que escribis, me recuerda a un recital de arbolito que comparti con mis hijos,y tal el tuyo, mi hijo de 5 años se durmiò al rato, que lindo que la musica nos siga emocionando el alma, brindo por tu relato y por la Bersuit

El K dijo...

Que momento compartir con el hijo la banda de tus amores.
Genial el relato.

Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios