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El hombre irritado

el hombre se revuelve sobre el asiento
le pega manotazos al diario que tiene sobre las rodillas
intenta articular algunos argumentos
pero son confusos y contradictorios;
el joven lo observa, respetuoso
su expresión más pronunciada
es el arqueo de sus cejas, debajo de la gorra con visera
pero cada tanto, entre los raptos de rabia del otro
suelta una reflexión, sencilla, sensata
y el hombre, entonces, que tiene unos sesenta pirulos,
vuelve a inquietarse, eleva la voz, sulfura
como si su sangre fuese inflamable
y las palabras del joven, dardos de lumbre.

no los separan más de treinta centímetros
comparten un asiento doble
del tercer vagón de una formación
del ferrocarril mitre, que va hacia Retiro;
el hombre insiste con su latiguillo:
ya vas a ver cuando crezcas
son todos iguales
te digo más, subraya, y eleva el dedo índice,
éstos son los peores;
el chico, de no más de veinticinco
mantiene la calma
los proyectiles no lo lastiman
pareciera que lo fortalecen
o rebotasen, y volviesen a salir eyectados
con el doble o triple de hastío
contra las fibras de la piel de su padre, o tío,
que se las sabe todas
pero no tolera, que el terco de su hijo, o sobrino,
pobre de él
compre el buzón de la década ganada
y no las verdades que revela, desde la trinchera
el Gran Diario Argentino
que en la tapa celebra la anhelada salida del ex secretario de comercio.

1 comentario:

Marta dijo...

Buenísimo, Mariano. No hay duda de que la calma del joven protagonista de tu hermoso poema sólo puede ser fruto de la sabiduría que solamente da la juventud...

Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios